viernes, 30 de diciembre de 2011

Aliciente cachondo


Tengo un amigo “más allá del bien y del mal”. Con él he compartido tanto la mesa como la cama sin que ninguna de dichas acciones implique compromiso alguno. Lo curioso de la relación, es que nunca hemos coincidido para estar completamente disponibles y relacionarnos de una manera más profunda. Y conforme va pasando el tiempo y nos conocemos mejor, esta posibilidad se va esfumando con mayor claridad. Y no pasa nada.

Ahora en mi situación, me ha apoyado muchísimo. Él se divorció hace un par de años y me entiende a la perfección. Me encanta porque que es el tipo de persona que se resiste a dejarse caer al abismo sabiendo que todos los días vive al filo de éste. Yo creo que habemos personas depresivas conscientemente, incluso exhibicionistamente; pero las hay también “oscuras de clóset”, que se empeñan en negar a toda costa su naturaleza meláncólica, pensando ilusamente que eso los salvará del desamparo existencial. Y quizá este acto no tiene un pelo de iluso, finalmente la vida también se marca por la actitud. Pero en fin, lo importante es que él, por sus características, más que reconfortarme siendo (casi siempre que se prestan las circusntancias), un compañero de erotismo de alto nivel; lo es más bien en la oscuridad, dejándome ser sin cuestionarme, una “muñeca rota” y, aunque él se jacte de ser todo un “Ken”, yo sé, como nadie, que guarda un “Max Steel” fracturado debajo de su colchón. Por eso me rescata cada que puede hacerlo y yo, reivindico en mi interior, con su amorosa complicidad, el arquetipo masculino con el que he vivido tan conflictuada.

Ahora mi amigo tiene una nueva novia, y por esa razón sólo compartimos la mesa el otro día por la mañana. Pero cerramos un pacto de rehabilitación, que consiste en apoyarnos para no recaer con nuestros respectivos “exes”, algo como lo que hacen los A.A, con la diferencia de que nuestros alicientes son de tipo erótico, y me regaló el juguetito de la foto, como estímulo de mi buen comportamiento y disciplina en mi psicoterapia. En cuanto a él, quedamos en que, cambiaré de tópico sus premios, así es que buscaré algún regalito que le pueda gustar mucho. Por lo pronto, yo salí ganona y una vez más le estoy sumamente agradecida.


Foto: mi kit rojísimo para iniciar el 2012, con mucho amor, baile, dulzura y placer.



Tres tristes tigres by Nosoträsh on Grooveshark

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Mamá grinch


Siempre he sido media Grinch, pero la verdad, nunca me había pesado tanto esa característica de mi personalidad, como en este año. Me duele no ser la mamá que decora con devoción la casa de adornitos navideños y pone villancicos cada día. Lo intenté, pero todo está carísimo y aun requiero comprar artículos de primera necesidad como un bote de basura para la cocina y el baño, cubiertos y un escurridor de trastes. Mi consuelo es que M. aún es muy bebé y espero que aún no tenga consciencia de mi carencia de espíritu navideño. También espero que el próximo año mi depresión esté superada.

Me frustra que mi aguinaldo y el “mísero bono” (que me dan por arriesgar mi vida y cordura cada día en mi trabajo) no me hayan rendido más que para saldar deudas. Divorciarse sale caro en todos los sentidos, lo peor es que no me alcanzó para comprar la recámara que tanto deseo, tendré que esperar. Al menos tengo un bello lugar para dormir y no como otras, que al armarse de valor el único refugio con el que cuentan es un frío albergue para “mujeres violentadas”. Cuando pienso en ellas, mi corazón se comprime y lanzo al viento mis deseos más sinceros de que les vaya bien en la vida.

Y bueno, en el afán de sentirme mejor, tengo tareas psicoterapéuticas: inaugurar mi casita, apropiarme de ella como una verdadera reina. Así es que haré una pijamada con una amiga y veremos pelis de terror en su compu (ya que no tengo tele), también invité a comer a mis mejores amigos del trabajo y mañana haré una mini posada con las mujeres de mi familia. Sí, lo que sea, hasta pararme de cabeza para rehabilitarme.
Foto: Natasha Gudermane

domingo, 11 de diciembre de 2011

Aprendizaje o el duro proceso de los putazos existenciales



Aprender a vivir a través del placer es una tarea muy difícil. Esta semana tuve tres inolvidables lecciones que sé, me marcarán para el resto de mi vida, y qué duros estuvieron los putazos.
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Hay días en los que me siento cubierta por una segunda capa de piel, pesada y dolorosa, quisiera que existiera un rastrillo o cera que me la desprenda porque, en serio, no me ha dejado vivir en paz.


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Hace muchos años tuve un novio con el que duré ocho años, la cuarta parte de mi vida, en aquel entonces. Él decidió continuar sus estudios en Alemania y, con muy poco tiempo de anticipación, me anunció su futuro. Y yo, para mitigar el dolor, me armé una fantasía en mi cabecita en la que él padecía una enfermedad en fase terminal, así cuando se fue, imaginé que había muerto para soportarlo. Después supe que había cometido mi primer asesinato psíquico (según términos de Igor Caruso). Ahora planeo mi segundo homicidio.

***


Y por otro lado: mis pies en la playa. A pesar de tantas adversidades, me fugué este fin de semana con mi hijo y una amiga, gracias a un golpe de suerte que me permitió ganar este viaje, con motivo del día de las madres en mi trabajo (y que hasta ahora pude aprovechar), regalos de la vida.

lunes, 28 de noviembre de 2011

La lavadora es mi abuelita.




Este, que está por terminar, ha sido el mes de las pérdidas. En mi lista figuran lastimosamente una serie de objetos de los que sobresale el Ipod, que extravié absurdamente en un viaje fugaz de trabajo, mientras dormía en el autobús en el que me transportaba. Lo más doloroso es, sin duda haber perdido los archivos, tanto fotográficos como de texto, mismos que hacían las veces de paliativo ante mi reciente separación. Para ponerle chile a la yaga, en las fotos se incluían una serie de imágenes que documentaban el desarrollo paulatino de M., desde que era muy bebé, hasta unos días antes de la desaparición del aparato. Y nunca las respaldé ni imprimí.

Por otro lado, la separación llegó al grado tangible y material de la repartición de bienes, en la que me tuve qué despedir de mi comedor, mi estufa, una recámara, la tele, un sillón grande y un centro de entretenimiento. Aunque tuve, en su momento, la oportunidad de llevármelo todo, no lo hice, ¿por qué? No lo sé. Sólo me enfoqué en recuperar aquello realmente importante para mí, por ejemplo mis libros. Y mientras la mudanza pasaba por mis ojos, arrastrando cajas y cajas de libros, recordé que cada que termino una relación, pierdo libros, en la separación anterior, por ejemplo, perdí muchísimos y no quería que me volviera a pasar. Ahora no tengo dónde ponerlos, pero contemplo las cajas apiladas y me da la impresión de que adentro aguardan pacientemente las criaturitas que me han acompañado fielmente en cada mudanza.

Recuperar mi refrigerador fue reconfortante, pues él es como un señor que me hace sentir muy segura. Pero nada se compara con la alegría que me dio reencontrarme con mi lavadora: esa señorona hermosa, que como mujer adulta adquirí con mi primera tarjeta de crédito, la amo; tenerla de nuevo en casa me da la impresión de que tengo a mi abuelita, esa que nunca conocí y que siempre envidié de mis amiguitas en la infancia.

Y, retomando el párrafo inicial, hubo muchas pérdidas intangibles, incluso indescriptibles, que solo empiezan a merodear en mi pecho como punzadas y comienzan a pedir reconocimiento, nombre y apellido. Ya estoy en busca de un espacio para un ritual de esa magnitud.

Sí. Estoy oficialmente deprimida.









Lost Someone by Cat Power on Grooveshark

Fotos: Eugenio Recuenco.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Primera tarea: dejar que muera la madre demasiado buena (y es que esto apenas empieza porque no se acaba hasta que se acaba)



Hace más de seis años que entré a trabajar a mi empleo actual y en aquel momento fui muy feliz, pues estaba completamente enamorada de la institución, sin embargo, a los pocos días me topé con una enorme sorpresa: para sobrevivir tenía que ser muy astuta: la hostilidad estaba a la orden del día, y sin darme cuenta fui sorteando poco a poco una serie de obstáculos que después supe, fueron mis primeras lecciones de habilidades políticas. Después me cambiaron de área, situación que resultó bastante dolorosa, pues el cambio implicó literalmente, un duelo al tener que dejar un proyecto que apenitas acababa de concretar y por el que llevaba luchando varios años (desde estudiante). Esto fue un golpe bajo, una prueba de fuego y mi examen final para subir de grado y más con la dificultad de mi, entonces reciente embarazo, motivo por el que no me atreví a renunciar en ese instante.

Mi primer día en la nueva área laboral fue terrible, un recibimiento antagónico y miles de piedritas se fueron atravesando en mi camino, además las nuevas responsabilidades eran enormes. Tiros y jalones con la titular del área, quien prejuiciada, trataba de meterme zancadilla en la primera oportunidad que tenía, encuentros verdaderamente salvajes con abogadetes mierderos, tensiones en entrevistas con presos, se fueron convirtiendo en parte cotidiana de mi trabajo. Sin embargo lo peor era la naturaleza misma de éste: escuchar historias de terror, lidiar con la oscuridad de la naturaleza humana, estar muy cerquita del dolor y aún así, mantenerse firme en la línea de la objetividad. Pero por otro lado, empecé a crecer enormidades intelectualmente hablando y las satisfacciones llegaron a ser indescriptibles cuando comencé a defender mis hipótesis y a coadyuvar con mi granito de arena al fortalecimiento del concepto tan devaluado de justicia. Ahora lo entiendo: fue mi segundo nivel de lecciones, pero esta vez para desarrollar habilidades bélicas.

Y lo confieso: ya no me jacto de mantenerme ilesa, le entré a la guerra y no hay retorno.

Pero aún con todo este historial, jamás pensé que tuviera que recurrir a las mismas estrategias para sobrevivir en mi vida personal, no lo aceptaba, mi formación humanista y “pacha mama”, me hacían anteponer el amor, la amabilidad y el diálogo para resolver los conflictos. Siempre, siempre he apelado al lenguaje y al desarrollo (que le implicó a la humanidad millones de años de evolución) de la corteza pre frontal para establecer acuerdos, compromisos o, en el peor de los casos, retirarse antes de lastimar. Esto no funciona más, no ahora. Qué triste.

Clarissa Pinkola Estés, en el análisis que hace del cuentito ruso “Vasalisa la sabia”, menciona que existe un momento en la vida de toda mujer, en el que tiene qué pasar por todo un proceso de iniciación existencial, para poder convertirse en una fémina autosuficiente, defensiva e intuitiva. Dicho proceso está compuesto por diversas etapas (tareas), la primera y que me resultó más significativa consta de lo siguiente:

“Dejar que muera la madre demasiado buena”

Su hipótesis afirma que cuando una mujer carga psíquicamente con la imagen de una madre “demasiado buena”, ésta no se encuentra lista para enfrentar las hostilidades de un mundo que, desgraciadamente no es para nada maternal, sino al contrario, agresivo y oscuro, como un bosque frío, solitario y nocturno. Y para poder adquirir las herramientas necesarias para sobrevivir, es necesario que se deshaga de esa madre interior protectora, cariñosa y nutricia. Por lo que tiene qué dar paso al arquetipo de la madrastra, ésa que no es maternal, que es perversa, abusiva e incluso, asesina, para que ésta se convierta en la representante de las hostilidades del mundo real:

“Aceptar que la solícita madre psíquica perennemente vigilante y protectora no es adecuada como guía central de la propia vida instintiva futura (muere la madre demasiado buena). Emprender las tareas de actuar con autonomía y desarrollar la propia conciencia del peligro, la intriga y la política. Ponerse en guardia por sí misma y para sí misma. Dejar morir lo que tenga qué morir”.

“En su fuero interno la mujer sabe que el hecho de ser demasiado dulce durante demasiado tiempo equivale a estar un poco muerta. Por consiguiente, el primer paso consiste en desprendernos del resplandeciente arquetipo de la siempre dulce y demasiado buena madre de la psique. Así pues, dejamos la teta y aprendemos a cazar”

Yo no lo había querido aceptar, juro que pensaba que las cosas, en ciertos espacios de nuestra vida, se logran superar desde la comprensión, pero ahora me queda clarísimo que comprender no implica perdonar, mucho menos soportar, y no sólo no me he desprendido de la madre demasiado bondadosa si no que peor aún, he estado siendo una madre demasiado buena para algunos adultos que viven colgados de mis chichis.

Sólo por hoy di mi primera patada y planeo muchas más, ya no tengo nada qué perder y ahora agradezco infinitamente a las madrastras y hermanastras simbólicas, que han ido apareciendo en mi camino y que me han enseñado a putazos, que la vida no es color de rosa, que es inevitable aprender a sacar los colmillos, las uñas y pelear.

Foto: Eugenio Recuenco






domingo, 13 de noviembre de 2011

Revelación animal



Tuve una pesadilla: estaba intentando excitarte y me acercaba a ti, sacaba tu pene para introducirlo en mi boca, pero éste cortaba, era punzo cortante como un hueso de animal, y cada vez que trataba de meterlo entre mis labios, me lasceraba. Yo, incauta, buscaba otro tipo de estrategias para seducirte mientras burlesco, te reías. De repente, de reojo la veía pasar a ella, la bruja que vivía en la habitación del fondo, la que hacía llorar a M. todas las madrugadas y, como una revelación fugaz, lo supe: es momento de pelear por lo que me pertenece, antes de que sea demasiado tarde.


Fotos: Lucie Kout

viernes, 11 de noviembre de 2011

Hipotermia

Hoy sentí más frío que ningún otro día del año. La verdad es que desde que comenzaron a descender las temperaturas, he padecido muchos fríos nocturnos y no me gusta.

En la mañana le pedí a la vida tres nuevas oportunidades: una financiera, otra de tipo laboral y una más afectiva, aunque es demasiado pronto y, aun no salgo de la sala de rehabilitación, considero que pasé a un nivel de recuperación de estancia breve, ya no prolongada. Aunque quizás esto solo es un imaginario esperanzador, o una trampa por la misma hipotermia, que a veces resulta traicionera.

En fin, pronto, muy pronto…







martes, 8 de noviembre de 2011

Mecanismos de poder




La estilista dijo: “tu cabello no está maltratado, está castigado". Entonces sentí una tremenda angustia y pensé en lo cruel que he sido al someter a tan desgastante proceso punitivo y vanal a mi pobrecillo pelaje. Por este motivo tomé la complicada decisión de oscurecer mi color y dejarlo “descansar”, sin embargo, nunca imaginé que fuera tan difícil deshacerme del rubio que me ha caracterizado en los últimos años, así es que cuando me miré al espejo, ya en mi nueva faceta oscurecida, me sentí fatal, como si en un instante hubiera perdido todo, absolutamente toda mi esencia. Y me surgió la duda, ¿de verdad depende del color de mi cabello mi poder? ¿Es eso lo que me hace ser quien soy?, pues ni que fuera Marilyn, a quien definitivamente sería imposible imaginar con otro tono en su cabello, pero ¿yo?
La teoría de la bioenergética, entre tantos de sus postulados, menciona que analizando el mapa corporal de un sujeto, podemos descubrir, a través de sus nalgas, la capacidad que éste tiene de apoderarse de sí mismo y de ejercer su fortaleza para pararse en el mundo y manifestar su poder ante su entorno. Es decir, en el trasero, se refleja, la autoestima, la seguridad y la agresividad para lograr lo planeado. Obviamente esto no significa que alguien desnalgado, por cuestiones genéticas, carece de semejantes atributos, ni a la inversa. El punto es que, independientemente de la veracidad de este enfoque teórico (que no es tan simple), todos tenemos algún rasgo que nos caracteriza y define, pero no solamente hacia afuera, sino principalmente, hacia nosotros mismos, como un eje del que nos agarramos para sentirnos seguros primero ante nuestro juez interno y después hacia el exterior.
Es extraño esto del poder, de sentirse poderoso con algunos recursos de sí mismo. Yo ahora me doy cuenta de que hay otros elementos de mí, que si llego a perder, realmente representarían una merma en mi manera de asumirme en el mundo y, que no tienen ninguna relación con el color de mis cabellos, incluso ni siquiera con mi cuerpo. Por lo que me atrevo a afirmar, que cuento con una buena dotación de “accesorios fenomenológicos”, con los que realmente me llego a sentir contundente al caminar y que, finalmente son los que me resultan más atractivos de una persona. Por ejemplo, para acostarme con un hombre tengo un básico No negociable: que pese más que yo, física y existencialmente, porque si no, siento que me puedo convertir en un globo de helio al momento de llegar a la fase refractaria y es horrible mantenerse al filo de la cama, suplicando que el otro, el ligerito, se largue.
En fin, para finalizar una lista de fenómenos (existenciales y superfluos) que me hacen sentir poderosa:
Leer, hacer sexo oral, ponerme tacones, oler a vainilla, ser mamá, defender mis hipótesis en los interrogatorios, dar masajes, bailar, cocinar, quitarme los zapatos sin pudor, trabajar, sobrevivir en mi contexto laboral, etc.
Al contrario, me siento débil al no saber manejar, no saber nadar, y cuando se me sale la panza.



Foto: Lucie Kout

Un aire cargado de adioses


Muy a mi pesar cambié de tinte, también el vestido de este lugar. Por si fuera poco, hoy iniciaré la limpieza de mi nuevo hogar. Creo que el otoño me está pegando con todo, me gusta mucho esto de los desprendimientos que se respiran en el viento.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Colchón


Hoy me entregaron mi colchón nuevo, lo compré muy grande porque insisto, quiero dormir como reina. También compré utensilios del tipo quihaceroso y mañana comenzaré la limpieza. Tengo muchas ganas de una recámara, me encantaría una como esta:




¿Existirá?

domingo, 6 de noviembre de 2011

Brújula Visceral.


Cada vez que busco un indicio, por pura fe, por otorgar el beneficio de la duda, reafirmo mi certeza visceral de estar de este lado y creo, cada vez con más firmeza, que no regresaré. No sé en qué pueda terminar esta historia, la voy escribiendo con los pies a pasos medios torpes, pero sobrios como nunca. El temor de estarme equivocando aparece todos los días como una sombra y sin embargo, nada me puede detener, quiero seguir, seguir. La única brújula es mi corazón.

lunes, 31 de octubre de 2011

Relaciones filiales y sus fantasmas




El fin de semana transcurrió intenso emocionalmente hablando. Lloré mucho y mi decepción fue enorme al descubrir entre las cortinas un fantasma horrible del dúo filial madre/hija. Una vez más surge y es frustrante a estas alturas tener que reelaborar introyectos de esa índole.

Renuncio a la vergüenza, y más aun si no existe ningún referente en la realidad que la sustente. Te la regreso.

Fin de semana también de hartos carbohidratos, decisiones financieras y planificación de tareas emocionales. Miles de proyectos en puerta y a cruzar los dedos, aterrizar ya.

Y de lo bonito: he estado preparando una ponencia sobre la Corteza prefrontal y su relación con las conductas adictivas y delictivas. Me encanta. Un anclaje más a la tierra.


Foto: Monika Bagalova




miércoles, 26 de octubre de 2011

Unos días sin piel.


Hay días que amanezco especialmente sensible, que de todo me dan muchas ganas de llorar, como hoy, por ejemplo, me enterneció profundamente un muchacho que llevaba su birote y le pidió al taquero que se lo rellenara con carne al pastor, sentí muchas ganas de abrazarlo, entonces pensé en diez situaciones que enternecen locamente mi corazón:

1) Que un hombre se suba al camión de transporte urbano con un bebé en brazos (más aún si resulta evidente su traslado hacia algún centro de salud).

2) Las personas que comen en la calle en su receso laboral, es decir, aquellas que con su itacate, se instalan en algún espacio de la banqueta y comen en soledad.

3) Los vagabundos, sobre todo aquellos cuyo trastorno mental es evidente e incapacitante.

4) Los albañiles que compran en la tiendita de la esquina su birote, su coca y un sedalmerk.

5) Los niños que llevan a La penal a visitar a sus padres (todavía no me acostumbro a ver la naturalidad con la que sucede en ese lugar).

6) Las personas con los zapatos rotos.

7) La mirada de los perros descalzos y callejeros.

8) Los niños de albergue (pero especialmente aquellos que aun cuando las huellas de maltrato son evidentes, piden estar con su mamá y justifican los actos de violencia de los que fueron objeto).

9) Las mujeres que torpemente portan altísimos zapatos de tacón pretendiendo ser femmes fatales, y que en realidad parecen equilibristas frustradas.

10) Los eternos solitarios que no renuncian a buscar el amor.

Algunas veces cargar con una sensibilidad a flor de piel me distorsiona, cuando era niña me causó muchos problemas, me sentía indefensa. Ahora he aprendido a manejarla, además me he entrenado para intelectualizar muchos fenómenos, de lo contrario ya habría enloquecido en mi trabajo, en el que escucho a diario historias que bien son dignas inspiradoras de guiones cinematográficos. J. dice que mi faceta depresiva me convierte en una mujer muy interesante, y no lo dudo, pero también llego a dar mucha hueva, por eso mucho me lo cuento a mí misma, en la noche, cuando mi bebé duerme y pienso en todo lo que me impresionó del día, a veces hasta dedico alguna oración, que yo misma me invento y pido por todos aquellos que de alguna u otra manera, alcanzan a hacer este mundo un poco menos hostil.

Foto: Neil Craver

jueves, 20 de octubre de 2011

Aterrizaje



1)
El exceso de pendientes laborales ha logrado que mi cabecita alcance un alto nivel de incertidumbre. Entre realizar informes detalladísimos del congreso al que amablemente me comisionaron (lo cual no me provoca molestia alguna, al contrario) y el ponerme al corriente por mi ausencia en la oficina, he logrado entrar en una sintonía acelerada que me disgusta mucho, sobre todo porque no alcanzo a concluir las miles de cosas que dejé a medias, a pesar de la sensación de que no me he detenido ni un instante.
2)
He tenido miedo y sigo aquí, en el “albergue” después de la incontinencia que provocó mi propio huracán. Por una parte mi economía se encuentra en estado de shock, por otra, el temor a la soledad me detiene y sé, que no hay más que abrirle la puerta para disiparlo, pero heme aquí, paralizada. Además soy catastrofista, ya que voy de bajada hacia la realidad, tengo una capacidad impresionante para imaginar lo peor, como cuando horneo pasteles y me pongo a pensar que la estufa estallará en cualquier instante.
3)
Y hablando de explosiones, necesito un cilindro de gas, será mi nuevo anclaje a la realidad, y es que no quiero tener frío, nadie se merece una hipotermia y mucho menos acabando de empezar.
4)
También quiero un nuevo trabajo. A pesar del agradecimiento que siento por el actual, empiezo a experimentar muchísima aversión al estar tan cerca de la mierda humana, ya no más historias de terror por favor.
Imágenes: rumbo a Ocotlán, Jalisco. Y es que me encantan las flores de baldío, me parecen de un cinismo maravilloso.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Mi Viaje




Cuando me entregaron el pasaporte para emprender mi anhelado viaje lo confirmé: mi rostro ha endurecido terriblemente en los últimos años, adquirí una especie de mirada oscura y una quijada de señora iracunda fatal, dejé de gustarme en las fotografías.
Lo inesperado fue, que este viaje resultó ser una especie de luna de miel conmigo, mi compañero, gracias a Dios, desapareció la mayor parte del tiempo y yo, con tantísimo tiempo para estar con mi soledad, me volví a enamorar de mí. Sé que suena bastante narcisista, pero he de decir en mi favor que se trata de un narcisismo emergente, porque de lo contrario acabaría pegándome un tiro.
Recorrí una nueva extensión de mi cuerpo, mis piernas se movían con tanta certeza que parecía haber regresado a un lugar altamente conocido, abrí mis ventanas, intercambié mucha luz. Cuanta falta me hacía esto, desde que soy mamá había olvidado qué se siente ser yo sin un hijo y estoy tan agradecida que no me cabe en la piel la excitación de volar. Anduve muy cachonda y hasta me di el lujo de dejar un corazón roto en la ciudad.
Cuánta belleza y cuánta libertad. Espero que no se rompa, que no se vaya nunca.
Imágenes: de Mi Viaje hacia la hermosa Barcelona. Hoy que saqué la pijama de mi maleta, percibí el olor del hotel y me la restregué en la nariz para no olvidarlo nunca.

martes, 11 de octubre de 2011

Proyecto de vida a los treinta y uno.


Hice un largo paréntesis en mi vida y en un mes viví un poco suspendida en la formación de miles sueños. Ahora, una vez que retorné del viaje que acabó por ser el broche de oro con el que cerré mi receso emocional, no sé por dónde empezar. No quiero caer en la autocompasión pero mirando mi nueva casa (que no he habitado aún) y al contemplar su enorme vacío, siento mucho vértigo y quisiera dar marcha atrás. Para colmo una tentadora propuesta me hace ojitos, pero esta implica, retroceder, quizás no al mismo punto, pero sí al lugar que originó este movimiento. Y la verdad es que no quiero, más no sé si me podré mantener con los costos que implica mi proyecto.


¿Será muy descabellado renunciar a todo para buscar un poquito de ligereza existencial? Y es que en los últimos meses el peso de vivir de aquella manera empezaba a ser insoportable ¿qué necesidad tengo yo de seguir en el borde? Ya no, no me sienta bien rozar tres veces por semana la frontera de la cordura, eso envejece bastante. Ahora quiero, necesito, estar más de este lado y sentarme a contemplar la ventana mientras agarro aire para seguir caminando.



Insisto: no quiero caer en la autoconmiseración, pero mi nueva terapia es ir a las mueblerías y construir castillos en el aire, imaginar cómo iré amueblando poco a poco mí casa, mi refugio existencial. Quiero una cama de reina y un sofá para recibir visitas, quiero muchas plantas en la terraza y colocar ahí mismo un comedor con un mantel floripondio para desayunar los domingos cosas dulcísimas, quiero que todos los días huela a café por las mañanas y comprar un puf a mi bebé para ver la tele, ver películas hasta la madrugada, hacer ciclos de cine bonito y compartirlos, tener un silloncito para leer, con una bonita lámpara. Quiero limpiar ese lugar con música de fondo, cocinar tranquilamente sólo cuando me dé la gana, invitar a mis amigas y revivir las hermosas sobremesas a carcajada abierta, dormir en paz, despertar contenta, como antes, como yo ¿de verdad es mucho pedir? No creo.


miércoles, 21 de septiembre de 2011

*****

Esta semana cumplí quince días de haberme fugado, llevaba tiempo planeando la partida y la verdad es que no me atrevía por miles de razones que jamás terminarán de ser sumamente fuertes, siempre permanecerían latentes como el amor que siento por ti y por el proyecto imaginario que alguna vez armamos juntos.
Quisiera pedirte una disculpa, más no lo haré; quisiera que entendieras mis motivos, más no lo harás. No soy una víctima, lo sé, sin embargo no veo la posibilidad de regresar a un lugar que me provoca tanta angustia. Decidí no vivir jamás de esa manera, al menos no mientras exista la posibilidad en mis manos de buscar la tranquilidad, ya ni se diga la felicidad. He decidido también renunciar al berrinche sutil que conlleva el estoicismo, y si me disculpo ahora es por aquellos episodios de control y matriarcado que obtiene como ganancia la codependencia, te suelto, te libero, te dejo ir y yo cargo con eso. No te preocupes por el cadáver, me lo llevo, no en la espalda, mucho menos en el corazón, buscaré un cementerio en el que con dignidad descanse.
Te lo juro: a veces se necesita más amor para dejar ir, que para intentar retener a una persona.
Gracias por todo.

lunes, 29 de agosto de 2011

El Síndrome del Taco Frustrado (o De La Tortilla Rota)



El conflicto

Toda la semana pasada mi déficit de atención llagó a su límite, y tuve la extraña sensación de que anduve dejando pedazos de mí en cada lugar que visité. No es agradable, esa sensación de vivir un poco difuminada me perturba, además de que en dos días perdí trescientos cincuenta pesos, un juego de llaves y un monedero muy estimado. Dicen que es el estrés y no lo dudo, sin embargo me causa una terrible impotencia el no encontrar la claridad mínima para ordenar las cosas de acuerdo a su justa prioridad.
Ayer se me rompió la tortilla de un taco y creo que es la imagen perfecta que describe mi sentir, esa frustración entre la satisfacción inminente y la tortilla mojada, rota y castrante que me deja con la boca receptiva y sin recibir. Osch.

La resolución

Inicié el día con una sesión musical de adolescencia tardía y creo que recibí un mensaje existencial. Me urge hacer un viaje en el tiempo, hay al menos un par de cosas que necesito negociar conmigo. Yo ya tengo listas las maletas, solo falta esperar a que pase un incauto “coyote” que me ayude a cruzar la frontera hacia mi sur, de lo demás yo me encargo solita.

Imagen: Elena Kalis

miércoles, 24 de agosto de 2011

La ira femenina




Dicen las estadísticas que los hospitales psiquiátricos se encuentran mayormente poblados por personas del género masculino. Los especialistas de la psicoterapia lo atribuyen a que dichos sujetos se encuentran culturalmente más limitados para expresar sus emociones, especialmente aquellas relacionadas con la vulnerabilidad, tales como la tristeza, la impotencia, el miedo y la frustración, entre otras más. Lo que no ocurre con nosotras las féminas, quienes somos capaces de llorar a moco tendido ante la menor provocación, a quienes no se nos cuestiona la necesidad de apapacho y protección y, sobre todo, a quienes se nos facilita bastante hablar, conversar, platicar, expresar, verbalizar y todo eso, que implique comunicar a cada instante lo que sentimos y pensamos. Ellos, pobrecitos, viven bastante más reprimidos en ese sentido y carecen de semejantes espacios terapéuticos en su vida cotidiana. Por ende, cuando les llega el chingadazo emocional, dicho alud los arrastra directito al psiquiatra, no como una que está muy acostumbrada a convivir con la depre.

Sin embargo las Evas también tenemos nuestro punto de ebullición emocional: la ira. Cuidado con la hembra que se atreve a rozar los límites socialmente impuestos para la manifestación de dicha emoción, porque entonces sí, la explosión sobrepasa, incluso, todo tipo de conducta habitualmente reconocida como propiamente masculina. Ellos desde morritos se van acostumbrando a golpear, patear, gritar y escupir. Sus juegos son bruscos, las peleas son vistas con normalidad y ligereza, incluso como parte natural de su desarrollo, se mientan la madre, gritan en los estadios, hasta al abrazarse se golpean en la espalda, por eso cuando se enojan, tienden a manifestar su agresividad sin tapujos y recurrentemente se mueven en esa línea afectiva de una manera más libre. Pero las mujeres, una vez transgredida la frontera del autocontrol y la ecuanimidad, somos de cuidado. Pues, al igual que ellos con la depresión, enloquecemos ante la violencia y somos capaces de las manifestaciones de agresividad más crueles y sádicas, mucho más, incluso que los varones. Ahí está la pobre de María Trinidad Ruiz Mares, quien cansada de soportar malos tratos de su marido, toma una drástica decisión y se venga haciendo lo que mejor sabía hacer: tamales. Ni qué decir de la Lyndie England, cuya crueldad, según cuentan, sorprendía incluso a sus compañeros de guerra en Irak. Y si de guerras se trata, basta ver la lista de mujeres enfiladas y dueñas de un tremendo poder nazi, y que encabeza la famosa Hermine Braunsteiner-Ryan. Y bueno ya muchos sabemos de la famosa serie de Mujeres Asesinas, que aunque de manera muy, muy comercial, finalmente se basa en una compilación de relatos, cuya finalidad es la de plasmar casos reales en los que el icono femenino muestra una cara opuesta a la social y culturalmente acostumbrada (de abnegación y ternura).
Esto me resulta muy revelador y más ahora que ando tratando de reecontrarme con mis espacios psicoterapéuticos, pues creo que en eso consiste realmente la salud mental: darle a cada emoción su justa dimensión en su espacio y tiempo correcto. La mierda emocional (descartando claro algún trastorno de tipo médico) surge de la falta de claridad y equilibrio entre el pensar, sentir y actuar. Y entonces la inteligencia emocional deja de ser un concepto de tipo “caldito de pollo para el alma” y se convierte en una metodología muy liberadora para la vida. Liberarse de uno mismo resulta el movimiento subversivo más cabrón de todos, pero peor aún, la esclavitud más cruel es la ejercemos siendo nuestros propios custodios.


Imagen: Lylia Corneli

martes, 23 de agosto de 2011

Mi casa




Cuando vivía en la casa de mis papás me gustaba mucho despilfarrar el tiempo encerrada en mi habitación, era mi espacio sagrado. Pasaba horas leyendo, durmiendo, escuchando música e incluso jugando. Sí, hasta edad muy avanzada tuve una especie de amigo imaginario, que ya con todos mis conocimientos acerca de las conductas humanas, supe era indicio de una especie de autismo emocional, que se sigue reflejando en mi maravillosa capacidad para relacionarme con las cosas y con los animales y no así con las personas. La casa de mis padres era y sigue siendo eso: suya, y yo no entendía que por lo mismo, no tenía derecho a cuestionar lo que en ella sucedía. Sin embargo no fue hasta que me enamoré perdida y lujuriosamente, que me nació la necesidad de salirme de ahí, pues lamentaba tanto no contar con un espacio propio para coger, que me desesperaba y me angustiaba, rogándole al cielo la oportunidad de dejar el nido. Peor se puso la cosa cuando comencé con los rollitos de la psicoterapia y sus respectivos divorcios y partos psicológicos, pues entonces sí fue inevitable la separación.


Han pasado ya cinco años de que partí en busca de mi propia morada y sigo buscándola. Ahora comprendo que es mucho más una cuestión interna, que se trata del hogar simbólico que uno es capaz de construir para resguardarse de las inclemencias de la vida. He vivido desde entonces en cinco casas diferentes, todas mías y ninguna mía a la vez, la sigo buscando, construyendo como araña que no encuentra aún las condiciones óptimas para tejer su telar.


Imagen: Elena Kalis


miércoles, 27 de julio de 2011

Mudarse en tiempo de lluvias (a veces no queda de otra)







(...) Puse un fajo de fotografías en un sobre, lo pegué, lo até con una cinta y lo metí en el fondo del cajón. De vez en cuando, saco el sobre, lo toco, bajo las yemas de los dedos siento el dolor y sé que todavía no es hora de abrirlo. Pero un día, cuando el dolor desaparezca, lo abriré, miraré las fotografías y las clasificaré en el álbum. Las seleccionaré atentamente, las colocaré con esmero cuidando de que no se me escape ningún error. Me sentaré en esa ocasión junto al cristal de la ventana contra el que golpearán las primeras gotas de lluvia otoñal...

Dubravka Ugresic, “El Museo de la Rendición Incondicional”





¿Ya lo sentiste?, comienza el desprendimiento, el tiempo se llena de color sepia y la piel suelta más partículas de lo acostumbrado. Todo pareciera explotar silenciosamente como endometrio que todavía no recibe a un blastocito para darle alojamiento. Se eriza la piel y puede resultar un buen momento para encender el caldero, ojalá que sea verdad, que existan árboles que abrazan el dolor, que existan huevos que se llevan los embrujos, que siempre haya una posibilidad para volver a iniciar.
































Imágenes de algún viaje, de ésos que inexplicablemente jamás se repetirán.

martes, 26 de julio de 2011

Muñecas de tianguis








Me busco, intento localizar referentes, mis propios parámetros y espejos, mis estadísticas. Y no puedo evitarlo: me sigo perdiendo. Quisiera no intentarlo (el buscarme) en otras personas, en otras mujeres, que como yo, caminan día con día pero ilesas, perfectas y luminosas como mariposas irradiando soles. Yo muchas veces me siento oscura, perecedera e imperfecta como una noche seca, de ahí mi extraña fascinación por las muñecas rotas, desarticuladas y un poco enfermas, de ahí mi necesidad de reciclar (rescatar) juguetes en los tianguis y ventas de cochera, me perecen más reales, más posiblemente-míos, menos celestiales. Desconfío (una vez más) muchísimo de los personajes intachables.

La Winehouse murió, una de mis muñecas, no rota, sino destazada, favoritas. Haré un campito íntimo alguna noche de éstas y me tomaré una botella de tinto en honor de su imperfección, que artificial o no, llevó hasta las últimas consecuencias.











Imágenes: tres de mis muñequitas de albergue y mi canción favorita de la Winehouse, con esta canción me dio una mala copa en soledad digna de recordarse memorablemente.

viernes, 3 de junio de 2011

Sobre el difícil aprendizaje que trae consigo el placer




“Este libro requirió una libertad tan grande que tuve miedo de darla. Está por encima de mí. Intenté escribirlo humildemente. Yo soy más fuerte que yo”


C.L.

Con esta bella nota, Clarice Lispector abre un libro que me exigió lo mismo que le implicó a ella escribirlo: libertad, elasticidad mental y una profunda introspección. Al leerlo me sumergí en una travesía tan sutil y tajante, que difícilmente pude advertir el inicio de un viaje que acabó siendo catártico y por ende, liberador.

Si pudiera hacer un instructivo para leerlo sería el siguiente:

1) Contemple las palabras que forman estas líneas lo más fenomenológicamente posible.
2) Permítase envolver por cada imagen hasta sentir como se desprenden sus pies del suelo y, no tema de los remolinos, le aseguro que existe un punto para retornar.
3) Déjese llevar sin prejuicios por todo lo que esto le pueda provocar, incluso fisiológicamente hablando.Le garantizo que una vez concluida la lectura, sus alas crecerán un poquito más.