lunes, 21 de noviembre de 2011

Primera tarea: dejar que muera la madre demasiado buena (y es que esto apenas empieza porque no se acaba hasta que se acaba)



Hace más de seis años que entré a trabajar a mi empleo actual y en aquel momento fui muy feliz, pues estaba completamente enamorada de la institución, sin embargo, a los pocos días me topé con una enorme sorpresa: para sobrevivir tenía que ser muy astuta: la hostilidad estaba a la orden del día, y sin darme cuenta fui sorteando poco a poco una serie de obstáculos que después supe, fueron mis primeras lecciones de habilidades políticas. Después me cambiaron de área, situación que resultó bastante dolorosa, pues el cambio implicó literalmente, un duelo al tener que dejar un proyecto que apenitas acababa de concretar y por el que llevaba luchando varios años (desde estudiante). Esto fue un golpe bajo, una prueba de fuego y mi examen final para subir de grado y más con la dificultad de mi, entonces reciente embarazo, motivo por el que no me atreví a renunciar en ese instante.

Mi primer día en la nueva área laboral fue terrible, un recibimiento antagónico y miles de piedritas se fueron atravesando en mi camino, además las nuevas responsabilidades eran enormes. Tiros y jalones con la titular del área, quien prejuiciada, trataba de meterme zancadilla en la primera oportunidad que tenía, encuentros verdaderamente salvajes con abogadetes mierderos, tensiones en entrevistas con presos, se fueron convirtiendo en parte cotidiana de mi trabajo. Sin embargo lo peor era la naturaleza misma de éste: escuchar historias de terror, lidiar con la oscuridad de la naturaleza humana, estar muy cerquita del dolor y aún así, mantenerse firme en la línea de la objetividad. Pero por otro lado, empecé a crecer enormidades intelectualmente hablando y las satisfacciones llegaron a ser indescriptibles cuando comencé a defender mis hipótesis y a coadyuvar con mi granito de arena al fortalecimiento del concepto tan devaluado de justicia. Ahora lo entiendo: fue mi segundo nivel de lecciones, pero esta vez para desarrollar habilidades bélicas.

Y lo confieso: ya no me jacto de mantenerme ilesa, le entré a la guerra y no hay retorno.

Pero aún con todo este historial, jamás pensé que tuviera que recurrir a las mismas estrategias para sobrevivir en mi vida personal, no lo aceptaba, mi formación humanista y “pacha mama”, me hacían anteponer el amor, la amabilidad y el diálogo para resolver los conflictos. Siempre, siempre he apelado al lenguaje y al desarrollo (que le implicó a la humanidad millones de años de evolución) de la corteza pre frontal para establecer acuerdos, compromisos o, en el peor de los casos, retirarse antes de lastimar. Esto no funciona más, no ahora. Qué triste.

Clarissa Pinkola Estés, en el análisis que hace del cuentito ruso “Vasalisa la sabia”, menciona que existe un momento en la vida de toda mujer, en el que tiene qué pasar por todo un proceso de iniciación existencial, para poder convertirse en una fémina autosuficiente, defensiva e intuitiva. Dicho proceso está compuesto por diversas etapas (tareas), la primera y que me resultó más significativa consta de lo siguiente:

“Dejar que muera la madre demasiado buena”

Su hipótesis afirma que cuando una mujer carga psíquicamente con la imagen de una madre “demasiado buena”, ésta no se encuentra lista para enfrentar las hostilidades de un mundo que, desgraciadamente no es para nada maternal, sino al contrario, agresivo y oscuro, como un bosque frío, solitario y nocturno. Y para poder adquirir las herramientas necesarias para sobrevivir, es necesario que se deshaga de esa madre interior protectora, cariñosa y nutricia. Por lo que tiene qué dar paso al arquetipo de la madrastra, ésa que no es maternal, que es perversa, abusiva e incluso, asesina, para que ésta se convierta en la representante de las hostilidades del mundo real:

“Aceptar que la solícita madre psíquica perennemente vigilante y protectora no es adecuada como guía central de la propia vida instintiva futura (muere la madre demasiado buena). Emprender las tareas de actuar con autonomía y desarrollar la propia conciencia del peligro, la intriga y la política. Ponerse en guardia por sí misma y para sí misma. Dejar morir lo que tenga qué morir”.

“En su fuero interno la mujer sabe que el hecho de ser demasiado dulce durante demasiado tiempo equivale a estar un poco muerta. Por consiguiente, el primer paso consiste en desprendernos del resplandeciente arquetipo de la siempre dulce y demasiado buena madre de la psique. Así pues, dejamos la teta y aprendemos a cazar”

Yo no lo había querido aceptar, juro que pensaba que las cosas, en ciertos espacios de nuestra vida, se logran superar desde la comprensión, pero ahora me queda clarísimo que comprender no implica perdonar, mucho menos soportar, y no sólo no me he desprendido de la madre demasiado bondadosa si no que peor aún, he estado siendo una madre demasiado buena para algunos adultos que viven colgados de mis chichis.

Sólo por hoy di mi primera patada y planeo muchas más, ya no tengo nada qué perder y ahora agradezco infinitamente a las madrastras y hermanastras simbólicas, que han ido apareciendo en mi camino y que me han enseñado a putazos, que la vida no es color de rosa, que es inevitable aprender a sacar los colmillos, las uñas y pelear.

Foto: Eugenio Recuenco






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