lunes, 11 de octubre de 2010

¿Por qué no hablar de esto?





Desde hace un año mi vida dio un vuelco accidental que no ha llegado a su fin y lo más seguro es que ya nunca termine esa volcadura. Hay días en los que me repliego intentando contemplar con un poco de satisfacción y hasta gozo, todo esto que va pasando, pero a veces es tan intenso que no se cómo manejarlo y es cuando me doy cuenta de lo que es estar inmersa en algo que no se puede controlar.
La última vez que subí un post a este blog fue hace más de un año y recuerdo perfectamente que sentía que algo pasaba mas no sabía qué, después descubrí que estaba embarazada y desde ese momento todo ha cambiado, ya nada volvió a ser igual.
La maternidad es un viaje, se emprende al momento del parto, hay mujeres que logran ir y regresar sin broncas, hay quienes se quedan a mitad del camino y habemos otras a las que nos cuesta trabajo regresar. Hay tantas cosas de las que nadie habla y no me explico por qué. Todas dicen: “ya no vuelves a dormir igual”, “tu vida cambia para siempre”, “un bebé es un regalo”,”tú respira profundo en el parto, entre más te relajes menos dolor vas a sentir”. Y sí, es cierto todo lo que dicen, sin embargo ninguna, al menos en mi caso particular, me había hablado del dolor existencial tan profundo que se queda en el pecho, en el estómago y en la garganta. Ninguna me dijo que el primer mes es terrible, que el amor va cobrando significación poco a poco, que queda una especie de “síndrome del miembro fantasma”, que se vive un duelo espantoso por todo a lo que tienes que renunciar, que la depresión post parto es real y que no es un imaginario feminoide, y lo más importante: ninguna me había dicho que la maternidad trae consigo, inherente, una soledad tan profunda que resulta inefable.
Quizás en eso consiste, en la inefabilidad del asunto, probablemente nadie habla de eso porque resulta muy difícil de explicar. Mi terapeuta (que por cierto aun no es madre) supone que algunas mujeres lo callan por miedo a profundizar en esas sensaciones, digamos que lo dejan pasar o lo bloquean; también supone que es una especie de instinto de supervivencia, pues si todas viviéramos el proceso materno con tanta sensibilidad, difícilmente habría quien tuviera más de un hijo. Yo encuentro bastante lógicas sus explicaciones, sin embargo, también creo que muchas se callan porque hacen de su dolor un tabú, pues socialmente una mujer que ha decidido ser madre no tiene derecho a quejarse, sino que debe vivir con total abnegación y sumisión las consecuencias de sus actos. Mi propia madre al escuchar mi sentimiento, me dijo que no me entendía y que era mejor que no hablara de esto delante de mi pareja, cosa que me decepcionó bastante pero que sé que refleja toda una tonelada de las creencias de su tiempo (que de paso también nos embarraron).
Como lo dije, la maternidad es un viaje y la verdad es que desde que mi bebé nació, siento que poco a poco muere una parte de mí y me rebelo contra esa muerte todos los días, más no siempre lo logro. Una gran amiga, de las pocas que afortunadamente me comprende, dice que es un mal de nuestra generación, que nos tragamos el cuentito “Sex and the city” y renunciamos a nuestra naturaleza femenina, maternal y amorosa con tal de dar un paso hacia la fantasía de la equidad de género, que invertimos toda nuestra energía en apostarle a un proyecto de vida lleno de libertad, autosuficiencia y experimentación sexual, pero cuando la vida nos llevó por el camino de ser madres, ya no fueron compatibles nuestros hábitos y valores con las nuevas exigencias, jamás pensamos que llegaría el día y cuando llegó, no estábamos listas.
Yo tengo mucho tiempo trabajando con patologías psicológicas, gran parte de mi semana estoy en contacto con víctimas y delincuentes (tan desequilibrado uno como otro) sin embargo hasta esta experiencia he vivido lo que es una dicotomía de verdad, la esquizofrenia como tal, esa escisión del Yo, que invierte día con día toda su energía para lograr adaptarse a las exigencias de un medio que percibe altamente amenazante pero que en el fondo mantiene una egodistonía con su interpretación. Es decir, yo por un lado estoy de verdad convencida de que Marcos, es lo más bonito que ha llegado a mi vida, me llena de amor, me conecta con la felicidad, me mantiene arraigada con la realidad y me impulsa a querer ser una mejor persona; por otro lado, me frustro con lo difícil del proceso y de las implicaciones y es cuando vivo en carne propia la división y ambigüedad de amar algo que por otro lado trae consigo mucho dolor.
No cabe duda de que la sabiduría popular tiene mucha razón, pero en cuanto a maternidad se refiere, se quedan cortos, como lo mencioné antes, creí que nunca llegaría el día, sin embargo la vida es tan cabrona como la muerte.

Imagen: Lylia Corneli