jueves, 17 de mayo de 2012

Nubes de algodón, nubes de sertralina.



Desde hace dos semanas comencé un nuevo proyecto de rehabilitación. Sí, era necesario, pues las herramientas de guerra usadas una y mil veces en el pasado, dejaron de ser suficientes. Ahora me agradezco la benevolente idea de haberme dejado caer en el colchón de mi nueva cómplice, una brillante psiquiatra que me ha revelado los secretos más insondables de mi enfermedad: "el mal de amores". Un mal que ya empieza a ser un problema de salud pública y por el que uno es capáz de traspasar todas las fronteras de la cordura y la dignidad. Estoy infectada, lo sé, más no es tarde.

Antes de esto recaí simbólica y patéticamente, como nadie se hubiera podido imaginar, por eso sé que no puedo sola. No ahora.

Y aquí estoy, más tranquila, renunciando a cualquier tipo de estoicismo habiendo tantas alternativas para no sufrir. En fin, ahora sí, esto apenitas empieza.

Foto: "sobre nubes de algodón, despertaré mañana... por lo pronto, te puedes ir sin perturbar mi sueño"

lunes, 30 de abril de 2012

Inyección ardorosa de vida...




Hoy me batearon como en la secu, como una vil puberta. Me eché un volado y lo perdí. Dolió un poquito, como una inyección ardorosa, que sin embargo pasa poco a poco del entumecimiento al olvido muscular total.

En fin, con esto me doy la bienvenida a la vida otra vez.

viernes, 27 de abril de 2012

Mi cómplice.


Encontré unas fotos de Thomás (el gato). Desde ese día he estado muy triste. Nadie como él conoce la historia. Fue mi testigo frágil, mi cómplice mudo.

Thomás se fue, huyó antes que yo como doloroso presagio. Recordé aquellas noches en las que encerrados en la habitación intentábamos dormir, tensos, desvelados por el asecho amenazante tras la puerta.

Jamás quiero volver a vivir algo así. Nadie lo merece, no hay ganancia que lo sustente, ni amor real que lo amerite. Jamás.

lunes, 16 de abril de 2012

Mandarina enjaulada.

Últimamente es prácticamente imposible tener tiempo para mí. Hay días en los que hasta para ir al baño tengo que ingeniar una estrategia para que mi bebé no se ponga en riesgo mientras yo estoy satisfaciendo necesidades biológicas. Casi no tengo chance para leer y cuando Marcos se duerme, yo termino tan cansada, que apenas con las tres primeras líneas de un párrafo, quedo completamente dormida. Llegan los fines de semana y la neta me da igual, para mí es la misma chinga agotadora. Si tuviera mucho dinero, juro que pagaría por una buena niñera que me hiciera el paro por lo menos una vez a la quincena para poder salir, ir al cine, enfiestarme o simplemente tomarme un café gozando de una buena lectura o charla. Pero no lo tengo y no es tan fácil como pudiera parecer. A veces, me siento como animal enjaulado. Así es que ni pensar en un novio ¿a qué horas?, no podría y eso me pone triste, me frustra, todo en general, no solo lo del novio.



Hace algunos días me enviaron a un municipio de estas tierras jaliscienses, cuyo territorio cuenta con una bonita playa, y yo, que aprovecho para alargar un poquito la misión laboral y quedarme un día más, la verdad fue maravilloso. Sin embargo no pude evitar cargar con la culpa de la mentirilla que dije a mi madre para que cuidara a mi bebé en mi ausencia. Por otro lado, sé que si hubiera dicho la verdad, no me habría apoyado, ni ella, ni nadie.

Sí. Es solo cuestión de tiempo y paciencia, pero qué pinche difícil es.







Foto: de una tarde de hedonismo total, quizás la primera desde hace más de dos años. Cuánta risa, cuánto placer.

domingo, 8 de abril de 2012

"Detector de mentiras"

Hace sies años (por lineamientos de la institución en la que laboro) me sometieron a un proceso de interrogatorio de tal magnitud, que llegó a ser una especie de tortura psicológica. Lo más cabrón de ese proceso, es que me topé con una serie de juicios que solamente yo hice respecto a mi historia. Al final, después de seis horas exesivamente desgastantes, el verdugo concluyó con lo siguiente: "es una lástima que una mujer con tanta capacidad se meta zancadilla al juzgarse tanto a sí misma". Cerró su folder y me despidió amablemente. No pasé el examen.

Independientemente de los cuestionamientos que se le puedan hacer a cierto tipo de herramientas administrativas, con las que se ejerce presión, y muy aparte de la dudosa naturaleza de ciertos instrumentos, la cuchara solo saca lo que tiene la olla. En mi caso, quedó clarísimo que soy mi peor enemiga, mi juez más severo, que me someto a más de un castigo por el mismo error, al grado de sabotearme ante la libertad y el placer. Estaría chido, muy chido, ser más amable conmigo.

Mañana volveré a repetir esa prueba, de ella depende un ascenso que prácticamente tengo en mis manos. Ya pasé todas las otras evaluaciones, competí contra compañeros sumamante capaces, ahora solo falta ese paso para declararme vencedora contundente. Solo deseo y espero no volverme a traicionar.

martes, 3 de abril de 2012

Regresando a casa

"No empujes el río", fue la frase clave para sobrevivir a mi proceso de entrenamiento para convertirme en una psicoterapeuta de alto rendimiento. Ahora, que me desespero tanto ante los ritmos de la vida, me la vuelvo a repetir para confiar. Hay cosas que no se pueden forzar por más que una quiera, pero qué difícil es asumirlo con desapego. Suelta, suelta Mandarina, ahí voy caminando.




Andando también, voy de regreso a casa, cada día me acerco más a ella y la sensación es deliciosa, me gusta muchísimo. La extrañaba tanto que ni yo misma me había dado cuenta, empiezo a ser yo otra vez aunque todavía me falte un tramo para llegar.

domingo, 25 de marzo de 2012

La adherencia del fuego.




Si mi problema es la fijación, lo tengo bien sabido desde mi primer beso. Hay que ir con mucha precaución, cualquier movimiento desaliñado puede destruirlo todo. Como lo dije ayer: ya pagué un precio muy alto por temerle tanto a la soledad, por mitificar el desamor.

Cierra la puerta, me digo. Todavía no es momento de invitar a nadie, ni siquiera de visita ocasional, a éstas alturas, todo puede resultar peligroso. Y más ahora que empiezo a sentirme tan sola, añorando una dulce compañía.

La adherencia, el fuego. Ayer simultáneamente al orgasmo, experimenté compasión: qué agente más vulnerante es el cuerpo del otro cuando proporciona placer. Qué intangible el intercambio cuando sólo el lenguaje queda como evidencia.

Hoy me repito con más fuerza que nunca: dijimos que los muertos no regresan y no volverán.



Foto: E_truska




jueves, 22 de marzo de 2012

Concupiscente y cautiva...




Me quiero ir. Salir en plan de fuga. A veces siento como lo que creo sentirá un gay deseoso de ser mujer, esa nefasta incomodidad de estar encerrado en un cuerpo que no es satisfactorio. Yo así, cautiva en una vida que no me alcanza a llenar del todo, me falta movimiento y libertad. ¿Pero a dónde? ¿a dónde ir?

Soy una tramposa, hice gala de mi apellido y rompí con el periodo de abstinencia que me estaba volviendo literalmente loca. A pesar de que agradezco con el corazón, las buenas intenciones de mi amante repentino y fugaz, reconozco con un dejo de tristeza que no ha terminado el proceso de curación y que me saboteo a la menor provocación. No quiero volver a pagar tan caro el precio que cuesta temerle a la soledad. No vale la pena.

La semana pasada tuve un curso con mi criminalista favorito, de ahí surgió de esta volátil cabecita, un cuestionamiento epistemológico que da para proyecto de tesis, estuve tan emocionada que el tiempo se fue sin advertencia y mi corazón palpitó con muchísima fuerza. Me sentí viva y quiero más. Quiero volar.



lunes, 5 de marzo de 2012

El peligroso y adictivo olor de los cabrones...





Un poco por cumplir con mi tarea de psicoterapia y otro tanto por el antojo que surgió al leer a Mariana. Así se dio que invité al cine a un ingeniero cibernético, bastante guapo y demasiado tímido. Días previos a mi aventurada invitación, le había solicitado algunos tips para poderme robar la señal de internet de mis vecinos, que dicho sea de paso, fue solo un pretexto para acercármele, pues el ingenierito en cuestión me llamó mucho la atención desde que me fue a cambiar mi equipo de cómputo en el trabajo. Pues bueno, entre la plática surgió que me diera su número de celular y así fue que el viernes, como a eso de las ocho de la noche, le envié el siguiente mensaje:
“Hola, soy Samantha, éste es mi número. El domingo iré al cine por si tienes ganas de salir de la rutina y acompañarme. Buenas noches”.
Entonces esperé la respuesta, en un lapso de tiempo prudente, y ésta nunca llegó sino hasta la una y media de la madrugada y con el siguiente contenido:
“Hola Sam puedes marcar me por fas tengo la antena”
¿Qué pedo con el informático? Yo opté por ignorar dicho mensaje, debido a la hora en que lo recibí y a lo desarticulado de su composición, pero al día siguiente le marqué y me explicó que tenía una antena para lograr mi objetivo y conectarme gratuitamente a alguna señal de internet, por lo que quedamos de vernos para eso, comer e ir al cine.
La verdad es que la pasé muy bien, me reencontré con una sensación interna muy grata, bonita. Su compañía me hizo sentir en casa. Es muy tranquilo, sencillo intelectual y emocionalmente hablando,  cosa que no me agrada del todo, ya que yo soy una mujer bastante complicadita y me encantan los hombres igualmente complejos porque me hacen sentir más contenida. Sin embargo, recordé algo que me comentó un terapeuta al que yo le explicaba que no me gustaba un muchacho que me pretendía y que era muy buena persona: “ese no te gusta porque no huele a cabrón, y si en verdad quieres trascender en esa área de tu vida, lo que sigue es encontrarte con uno que deje de oler a eso”.
Éste no huele a cabrón, no vive atormentado por sus demonios, es más, ni creo que sepa que existen. Es tan sencillo, tan pasivo, que estuve a punto de huir y ni siquiera concluir con el itinerario dominguero. Pero me dejé llevar y el resultado fue encantador, me atrapó su transparencia. Además, concluí que la mayoría de mis parejas han sido del tipo intelectual y depresivo, y que no he conseguido ninguna ganancia con esas características, mucho menos con el papá de mi hijo, a quien de nada le sirve ser tan “leído” si de todos modos su sistema límbico brota estrepitosamente a la menor provocación.
No tengo ni la menor idea del posible desenlace para esta historia. Por lo pronto, su visita me ayudó a conectarme con la primavera, y ahora ya tengo ganas de volverla a sentir en mi corazón y más aun, en todito mi cuerpo.
Foto: emulando también a Mariana. Árboles muy tapatíos, el Tabachín y la Jacaranda Amarilla. Así de frondoso y alegre quiero ver a mi corazón, ya estuvo de inviernos prolongados para él.

jueves, 1 de marzo de 2012

Dulce estropicio



Los suspiros son aire y van al aire.

Las lágrimas son agua y van al mar.

Dime, mujer: cuando el amor se olvida,

¿sabes tú adónde va?



Gustavo Adolfo Bécquer (Rimas XXXVIII)


Cuando me separé del papá de mi hijo, pensaba ilusamente que la felicidad me recibiría con los brazos abiertos, que la vida me recompensaría por mi valentía y convicción de estar bien, de ser feliz y, sobre todo, por mi capacidad de salvaguardar  hasta las últimas consecuencias la integridad física y emocional de mi bebé. Pero no. La realidad no funciona de esa manera.  La verdad, haciendo un comparativo entre el antes y el después (viviendo con y sin él), no hay mucha diferencia entre mis estados de angustia, tristeza e incertidumbre. Lo que sí es que el objeto externo, el referente aquel, ha dejado de existir, y al menos eso me permite tener un poco más de control de esta tempestad. También me queda la esperanza de que esto sea pasajero, parte del proceso de readaptación y reconstrucción. Sin embargo ahora comprendo, porqué muchas mujeres no se atreven a cortar de tajo con la situación, entiendo los costos reales, económicos, sociales y emocionales de asumir dicho estropicio. Está cabrón, muy cabrón y aunque en mi panorama de opciones no figura el retorno, a veces me siento tan desesperada que quisiera creer que se puede solucionar, que puedo luchar para reconstruir mi proyecto de familia, pero inmediatamente echo una mirada a mi lista de motivos para haber salido huyendo, y me bastan las primeras líneas para desechar esa tramposa idea y continuar, seguir, con todo y la desesperación, volcándola entonces a mi favor.
Alguna vez en uno de los talleres súper intensos de la maestría, tuve una sesión psicoterapéutica muy significativa  respecto al duelo.  Mi maestro me explicó (muy amorosamente), que en una separación de pareja, siempre hay alguien que tiene que asumir el velorio y el entierro del amor que se ha extinguido, o del que resulta insostenible y requiere de eutanasia. Que alguno, necesariamente, tiene que cargar al muerto y ofrecerle el ritual que le corresponda para dignificar su lugar, el espacio que ocupará para siempre en nuestra historia y en nuestro corazón. Él comentaba que cuando uno de los dos involucrados está dispuesto a asumir semejante responsabilidad, es cuando por fin se logra la ruptura definitiva y sana, por más cruel que parezca para los ojos de quien se resiste  a retirarse.
J. habló desesperado, exponiendo, como siempre, argumentos meramente pragmáticos para justificar mi regreso. Y al escuchar el ultimátum y la negociación vacua que pretendía ofertar, me percaté de que estoy lo suficientemente fuerte para sacar del estado de N.N” a ese amor, y ofrecerle su respectivos ritos funerarios, dignificantes y liberadores.  Estoy lista para asumirlo. Yo cargo con eso.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Miércoles de ceniza.



Mi carnaval

Llevar la carne hasta sus últimas consecuencias y extenderla sin limitaciones. Explotar hasta el agotamiento todo lo que quedó por haber abastecido en exceso la cabeza, la boca y el corazón.

Este ciclo parece fenecer, ya es tiempo. No por juzgarse una misma desde el sesgo moral, ni por arrepentimiento, mucho menos por culpa. Se trata de estar en paz, de comenzar a desechar aquellas cosas que vienen sobrando, sobre todo ésas cuyo estado ineficaz se ha pretendido ignorar. Todo, todo se acaba. Es el precio por existir en esta dimensión, tan concreta y  limitada.  

El perdón

Cuando pienso en él, llego a la conclusión de que la única manera de estar juntos, es dejar de ser humanos: equivocados y determinados. ¿En qué dimensión podríamos coexistir tranquilos? Lo he soñado, que estamos protegidos por una especie de burbuja, derrochando un amor tan puro que encandila. Y sé que no es posible, que la imposibilidad se origina de una negación total a hacer las cosas bajo otra metodología, a renunciar a un patrón lógico y absurdo -como el de los rombos de la cáscara de una piña-, que al mismo tiempo reconforta con su familiaridad.

Mi oración

Merezco esa extensión que me permita existir indeterminada, aunque sepa que estoy hecha de polvo y que moriré. Me sé digna artífice de un bello sacrificio. Así, sin distorsiones punitivas, de trasladar hasta el punto de lo sagrado todo lo que soy.





viernes, 17 de febrero de 2012

Coserme y descoserme una y otra vez.

Hay días en los que siento como si  trajera una bola de estambre enredada en el pecho. La imagino de mil colores y quisiera abrirme un orificio para sacarla, como  deshilachar un chaleco que pesa. Y tejer algo nuevo y más liviano, no tan abrumador.  

jueves, 16 de febrero de 2012

El eterno retorno de los juegos perversos.


Hoy recibí una desconcertante solicitud de amistad en el feisbuk. Lo desconcertante radica en que proviene de una persona de mi pasado más remoto y pertenece a un periodo de mi vida que no me gusta recordar. Lo interesante para mí, que me encanta encontrar significados en todas partes, es que haya aparecido justo en este momento, ahora que me encuentro tratando de desenmarañar los nudos que quedan pendientes en mi historia. Ella representa justo aquello que me es difícil enfrentar. Con su inesperada aparición recuerdo mi punto más vulnerable.


Cuando era niña ella era mi mejor amiga, andábamos juntas para todas partes. Nos contábamos secretos, hacíamos travesuras, nos preguntábamos las mismas cosas acerca del misterioso mundo de los adultos, jugábamos todas las tardes, los fines de semana y en las vacaciones. Lo malo era, como en los cuentos infantiles, que tenía una mamá verdaderamente bruja y, esa madre-bruja, me odiaba. Su argumento para odiarme era que yo resultaba una mala influencia para su hija quien, según ella, hacía todo lo que yo quería. Lo gacho de todo esto, es la manera como la señora manifestaba su desagrado hacia mí, pues en repetidas ocasiones mi amiga me dejaba sola con ella para que yo escuchara una sarta de idioteces en mi contra. Yo, honestamente, en esos instantes me bloqueaba a tal grado que casi no recuerdo todo lo que me decía. Sin embargo me acuerdo que mi amiga se iba, me dejaba a solas con su madre y me encerraba en algún cuarto para reclamarme, regañarme o amenazarme. Yo aguantaba hasta el final, hasta que decía: “y no le digas nada de esto a tu mamá”. Verdadera tortura psicológica.


Nunca le dije a mi madre en ese momento, sin embargo decidí alejarme por completo de esa familia. Muchos años después, sé que han preguntado por mí y yo me he escabullido, porque me prometí eliminar por completo de mi vida a toda aquella persona con la que pueda sentirme al menos levemente abusada.


Ahora, como adulta, puedo entender que mi amiga en cuestión, era tan solo una niña, que quizás no advertía la magnitud de la situación en la que me ponía al entregarme a las garras de su desquiciada madre. Imagino que la loca, se valía de alguna estrategia para convencerla y justificarse ante ella. Más nunca encontraré respuesta que sustente el comportamiento abusivo y cobarde de la única adulta involucrada en esta historia y menos ahora, que yo soy una mujer y ya no más la niña vulnerable de entonces.


Lo confieso: he tenido ganas de vengarme (solo de la mujer histérica). De hacerle pasar algunos minutillos de terror psicológico como los que ella me hacía pasar, algo como algunas llamaditas telefónicas, anónimos, jueguitos de esa calaña. Sin embargo, creo tanto en las leyes karmáticas que he preferido dejárselo a la vida, finalmente las personas como ella, suelen cavar solitos su propia tumba.   


En lo que a mí respecta, me quedo con el duro aprendizaje del autocuidado, de no volverme a quedar callada, de defenderme y sobre todo, de desechar de mi vida a toda persona tóxica que pretenda violentarme. Sea o no rencor, no me interesa que ella regrese a mi vida, ni siquiera de manera virtual. No por quién es, finalmente ya ni la conozco, sino por lo que me representa: ese depredador que si bien no se puede aniquilar definitivamente, vale más tenerlo enjaulado.



martes, 7 de febrero de 2012

Bichos nefandos, terapeutas nuevos.


Después de unos días verdaderamente intensos, logré descansar un poco y relajarme con el fin de semana largo. Estuve recibiendo visitas cuya compañía resultó muy terapéutica y estoy bastante agradecida con ellos. El domingo logré vencer dos miedos: pasar una noche con mi bebé en completa soledad en nuestra nueva casita y matar una cucaracha. Sólo quien ha vivido conmigo sabe de mi profunda fobia hacia ese nefando bicho y, sólo quien ha vivido conmigo entiende las implicaciones de semejante bichocidio.


Y hablando de fobias, hoy estrené terapeuta. La colega anterior decidió que requería de otro tipo de empujón y heme aquí, ante un espejito diferente que me enseñará una nueva perspectiva de mí. Para ser la primera sesión estuvo bastante fuerte, me siento aporreada físicamente. Ya lo veía venir, la verdad es que no es para menos dado el peso del costalito emocional que he cargado en los últimos meses. He de confesar que tenía mis dudas ante el cambio, también confieso que soy bastante soberbia y exigente con los compañeros de profesión y más si se trata de ponerme en sus manos. Sin embargo, estuvieron tan cabrones los chingadazos que decidí aguantar, este proceso promete bastante.


Dos tareas psicoterapéuticas para esta quincena: renunciar a las migajas, a las dádivas condicionadas. Quien me quiera regalar algo, que me lo dé como va, sin chantajes ni manipulaciones; de lo contrario, no quiero nada. Y, dejar de evadir el conflicto, sacar los dientes, afilar las uñitas, en pocas palabras: hacer del coraje mi mejor aliado, porque de cualquier manera acabo haciendo unos berrinches absurdos con los que muy poco he conseguido. Mejor de una vez le entro a los putazos, total, ya no se puede ocultar el brincoteo ante esta superficie llena de baches.


Fotos: alguna vez trabajé en una sesión de psicoterapia con arenero, el resultado fue maravilloso, un mapa mágico de mis deseos. A ella, esa terapeuta hermosa, le estoy muy agradecida. Me le cuadro donde la vea, como colega y más como paciente.


Y… la nostalgia invadió mi corazón con las visitas recibidas. Fangoria es un punto recurrente e inevitable en esos momentos:


  


Entre mil dudas by Fangoria on Grooveshark

martes, 31 de enero de 2012

Mi canción para ti



Hermoso bebé:
Con tu llegada me rompí. Suena fuerte y feo, quizás lo es, más no es tan trágico dado que sigo viva. Además supongo, que ninguna mujer que es madre puede mantenerse enterita como si nada hubiera pasado en su vida. La cosa es que, todos los días trato de pelearme contra esa ruptura, no contra ti, ni contra el hecho de estar contigo. Ahora entiendo porqué los dobles mensajes son tan esquizofrenizantes, entiendo también porqué las mamás somos las principales emisoras de ese tipo de disertaciones. Peor aún, entiendo que quien emite un discurso de ese tipo, lo sufre igual que quien lo recibe. Bebote, es complicado de entender, y a lo que quiero llegar es a que la bronca es conmigo, no contigo, mucho menos con tu luminosa existencia. Pasa que como estoy rota en varios pedazos, quisiera reconstruirme pero no sé cómo, y es muy frustrante no saber e intentarlo diariamente. Pasa también que estamos juntos y conectados, y es muy difícil, casi imposible separar las cosas, las tuyas, de las mías. Y sí, te llevo entre las patas.
Estás por cumplir dos años. Recuerdo vivamente el día que anunciaste tu llegada. Cuando te conocí me desconcerté un poco porque te imaginaba diferente, y naciste de vainilla. Te acostaron a un lado mío y dormimos agotados. Pasamos largos días en el hospital, que se hicieron una eternidad, yo quería ir a casa. El primer mes fue una locura, yo totalmente inexperta, me asustaba por todo, porque no sabía que todos los bebés vomitan, estornudan y lloran sin razón aparente. No sabía cómo bañarte, ni cómo dormirte, ni cómo alimentarte. Aprendí tantísimas cosas en tan poco tiempo, que todavía hoy me resulta sorprendente.
Bebote: no he dejado de aprender cosas contigo. Y sin duda, lo que más me ha costado trabajo es el autocontrol, ponerme freno ante el alud de emociones que me surgen de repente ante el haber tenido que hacer un paréntesis en mi vida (esa en la que no soy sólo tu mamá), responsabilizarme de ti, del compromiso implícito que tengo contigo, de tus necesidades. Es complicado y me siento profundamente sola con eso. A veces creo que soy la única loca que tiene éstas crisis ante la maternidad. Cuando escucho a las mamás de tus compañeritos de la guardería, que aparentan no tener problemas consigo mismas, que viven con sus maridos el sueño de la familia Kellogg´s, que tienen incluso, más de un hijo, y que me miran como bicho raro ante mis cuestionamientos, siento que estoy haciendo todo mal, que yo no debería de ser tu mamá y quisiera regresarte en una burbuja mágica que retroceda en el tiempo sin que nadie salga lastimado. Finalmente ése es el punto, no te quiero lastimar, sin embargo, con el corazón abierto te lo confieso, creo que a veces es inevitable. Por eso Freud dice que las madres somos las fuentes primarias de la psicopatología.
Marcos Emiliano, en tu nombre llevas el movimiento bélico y la dulzura. Jamás imaginé que el primer cambio subversivo lo harías conmigo, en mi interior. Con tu llegada se abrió una grieta en mi vida, esa hendidura me separa de la mujer que creía ser, y por más esfuerzos que hago para no dejarla ir, no puedo, cada día se aleja más y más. El problema radica en que sin ella, no sé quién ser, no sé quién soy, no me encuentro.
Dice el terapeuta que los padres nunca deben pedir perdón a sus hijos por simple orden jerárquico. Yo difiero de esa opinión. Tú no tienes la culpa de nada y los bebés penden tanto del equilibrio de sus padres, que se encuentran en una situación muy vulnerable. Lo siento, de verdad lo siento. Quisiera que me pudieras entender, pero eso no te toca. A ti solo te toca vivir, existir y dejarte llevar por mi contención. Y lo hago, te juro que lo hago lo mejor que puedo ahora, así como estoy, media rota. Discúlpame si me desespero, si me enojo y grito, si me quejo.
Marquitos, te amo, te amo como no tienes idea, no me cabe en el cuerpo el amor que siento por ti y el amor que me embadurnas todos los días. A veces imagino que te pierdo y lloro estúpidamente. Te amo, amo tu existir, todo tu ser. Sólo se trata de que tienes una mamá novata que además no se conforma sólo con ser mamá. Espero que eso lo puedas entender algún día.




Foto: de mi panzota a punto de explotar.

  Ella y ella también fueron mamás en conflicto y escribieron a sus hijos.

lunes, 23 de enero de 2012

Apología de mis desayunos


Para mí el desayuno ha llegado a ser un motivo existencial. Es decir, algunos días al despertar, me siento tan apática de empezar mi día, que para motivarme, recurro a la planeación del menú en mi primera comida: imagino unos huevos a la mexicana, con frijoles, bolillo caderón y por supuesto, café. Entonces siento unas inmensas ganas de vivir. Por el contrario, cuando se dan eso de las diez de la mañana y yo no he ingerido los primeros alimentos, ando de un maldito genio que ni la persona que más me ama pudiera tolerar.

Yo no había tomado conciencia de lo bonito e importante que es el desayuno hasta que viví con
Noemí y Alva  (dos de mis amigas más entrañables); casi siempre compartíamos esa comida los fines de semana, y la mayoría de las veces consistía en huevos caldudos con frijoles refritos y café que preparábamos en una ollita de barro; después, lo mejor, era la infinita sobre mesa con cigarrillos interminables y una segunda o tercera ronda de café cargadísimo y música, mucha música. O bien, si amanecíamos crudas, nos preparábamos un termo con café e íbamos al menudo a comer un rico plato de ese caldo con unos taquitos paseados, cortesía de la casa. Hasta la fecha extraño locamente esos momentos y aún me duele pensar que jamás regresarán.

Cuando viví con J. era muy frío ese ritual, ya que él casi siempre se despertaba a medio día y sin hambre. Yo tenía que desayunar sola o con mi bebé mientras veíamos la tele. Lo interesante con él, eran algunos domingos que para curarse la cruda me invitada a comer tortas ahogadas bien enchilosas, acompañadas claro de su respectiva corona bien fría. Por lo general, nos encontrábamos con amigos que hacían de esa comida un momento bastante divertido y que en algunas ocasiones se prolongaba hasta un nuevo enfieste de legítima espontaneidad.

Pero nada se compara con los desayunos con mis compañeros de trabajo. Por lo general cada quién lleva su propio itacate, mismo que se suele compartir y combinar con el de otro compañero. Mientras desayunamos, analizamos casos, de las noticias, de personajes famosos o de los que estemos investigando en ese momento. Postulamos hipótesis y algunas veces tenemos debates enardecidos que se prolongan por varios días a la misma hora (debido a la limitación del tiempo institucional). Defendemos aguerridamente nuestras teorías favoritas, buscamos bibliografía, discutimos y revisamos expedientes que la mayoría de las veces contienen imágenes sangrientas e insultantes. Analizamos a los victimarios y su modus operandi, estructuramos los perfiles de las víctimas y, mientras todo esto sucede, bebemos mucho café cargado. También nos encanta enchilarnos. Y en el lapso en el que comemos, ingerimos cafeína y nos hiperventilamos el cerebro, llegamos a hermosas conclusiones que podrían ser oro puro para cualquier otro tipo de colega ajeno a nuestra especialidad. Son maravillosos esos momentos y sin ellos, ya habríamos enloquecido dada la naturaleza tan tóxica de nuestros objetos de estudio. Además pasamos más tiempo con nosotros que con nuestra propia familia.

Actualmente en mi vida personal, estoy tratando de resignificar ese momento con mi bebé. Él ahora es muy pequeño, su apetito es variable y aún me cuesta trabajo que se mantenga sentadito por mucho tiempo en la mesa. Así es que solemos desayunar mientras vemos caricaturas. Otras veces, él un poco disperso entre el juego y la comida y yo, atenta bebo mi imprescindible cafecito al mismo tiempo que trato de atraer su apetito platicándole de dónde viene el huevo, la leche y la fruta, haciendo ruiditos de animales y usando como títere al bolillo que ruega por ser ingerido.

Y para cerrar, un lista de mis platillos favoritos para desayunar:

Chilaquiles verdes con frijole refritos


Huevos a la mexicana (aunque me gustan en la mayoría de sus presentaciones), también con frijoles y bolillo doradito.


Gorditas de comal de preferencia de champiñones, aunque también me gustan las de rajas y nopales.


Quesadillas con tortilla recién hecha.


Hot cakes con fresas y mucha miel de maple.


Torta ahogada (hasta el punto máximo de enchilamiento).


Menudo.


Todos ellos, exceptuando la torta, acompañados de su respectivo café americano recargado y que no falte el chile por favor, si no, qué caso tiene.



Foto: de unos chilitos, pequeñitos pero contundentes hasta la explosión.

domingo, 15 de enero de 2012

Mounstros a dieta




En la infancia fui una niña muy temerosa. Todas las mañanas mí mamá peleaba contra mis ataques de pánico para obligarme a ir al kínder, y justo unas calles antes de llegar a dicho recinto, yo vomitaba bilis hasta el llanto. Después, para ir a la primaria en los primeros años, fue exactamente lo mismo. Me daba miedo la gente, me aterraba que me cambiaran de lugar en el salón, que me pusieran a competir, que se me olvidara una tarea, que me pelearan otros niños. Desde entonces siento una profunda compasión e identificación por los seres en desventaja. Y por consecuencia, jamás retrocedería el tiempo hasta la niñez, pues fue bastante tormentosa para mí.

Ahora, a mis treinta y un años, estoy teniendo una especie de regresión hacia ese estadio y no sé qué hacer. El miedo vuelve a prevalecer en mi presente. Es un temor difícil de confesar y tan absurdo, que me siento avergonzada ante mi incapacidad de enfrentarlo. Tiene qué ver con la soledad, con el sentirme vulnerable y responsable de una persona aun más vulnerable que yo.


En mi historial psicoterapéutico, he trabajado muchísimo este tema, sin embargo, estoy convencida de que los ciclos del mundo psíquico, se rigen por leyes parecidas a las de los juegos de video: mientras más enfrentas tus fantasmas y avanzas, los siguientes suelen ser más cabrones. Aunque también una se va haciendo de armas más poderosas para combatirlos. Y ahora, consciente de todo lo que está pasando, no me atrevo a dar el siguiente paso y me angustio, como si yo misma me hiciera una cirugía sin anestesia. Además creo que la realidad no me está ayudando mucho:

Me da miedo estar sola en la noche con mi hijo, pues temo que algo le pase.

Me da miedo que se enferme (mi hijo).

Me da miedo que no me alcance el dinero.

Me da miedo no ser una buena madre.

Me da miedo ya no encontrar nunca una pareja.

Que me explote el boiler.

Que se fugue el gas.

Que se nos meta alguien al departamento y nos haga daño.

Que se vaya la luz.

El silencio nocturno y sus ruiditos inexplicables.

Que alguien lastime a mi bebé.

Yo sé que, estadísticamente, han muerto muchas más mujeres con sus hijos, por consecuencia de la violencia intrafamiliar (de la que sin dudarlo escapé) que por haberles explotado el boiler. Sé que mis temores, como la gran mayoría, son marañitas y trampas de mi cabeza traicionera y auto saboteadora. Sin embargo, me paralizan como en la infancia. Por eso llegué a la conclusión de que lo único que está de fondo es mi inútil negación a ser enteramente una mujer adulta (y madre).

Qué difícil es entonces pagar cada una de las facturas de las decisiones que tomamos. Y aunque no me arrepiento ni tantito de haberme separado del padre de mi hijo, nunca imaginé que mi peor obstáculo sería el enfrentarme a mí misma. A veces hasta he llegado a pensar que lo vivido con J. no fue más que un reflejo de lo mucho que puedo llegar a lastimarme. Aunque darle valor a esa idea, sería como sostener el concepto añejo de la “víctima propiciadora”, que concuerda con la explicación de que si una mujer es violentada, seguramente es porque se lo buscó. Y en cualquiera de los casos, pude salir y sigo viva para contarlo. Con mayor razón podré ir debilitando a cada uno de los nuevos “inquilinos oscuros” que he albergado en mi cabeza. Supongo que solo es cuestión de restringirles el alimento.




Foto: Eugenio Recuenco.

lunes, 9 de enero de 2012

Objetos Transicionales II


De acuerdo a la teoría del psicoanalista Donald Winnicott, los bebés pasan por periodos en los que viven sumamente perturbados ante las frecuentes amenazas del mundo exterior. Más aún cuando, por cuestiones circunstanciales e inevitables, tienen que irse desprendiendo de su madre (quien generalmente es la principal fuente de satisfacciones primarias). Es justo en ese momento cuando se ven en la necesidad de recurrir a un "Objeto Transicional" que toma forma de oso de peluche, cobijita, chupón, etc., con el fin de mitigar la ansiedad que emerge ante la separación del objeto que suele brindar amor y protección. Estos objetos, finalmente son fetiches en los que se deposita la sensación de confort y seguridad.

Yo me atrevo a sostener que los adultos también necesitamos, e incluso recurrimos a objetos que cumplen con esa finalidad, sobre todo ante situaciones tan dolorosas y amenazantes como lo es una separación de pareja. También me atrevo a asegurar que hay personas que aparecen en nuestro camino para fungir ese rol: mitigar nuestra ansiedad, paliar el dolor mientras nos fortalecemos y asimilamos nuestra nueva condición y nos preparamos para la siguiente relación significativa. Después se van, sin que su partida represente un duelo de semejante magnitud al que vivíamos cuando llegaron. Así recuerdo con cariño a dos que tres amigos, que en algún momento me repartieron caricias, besos y música, a sabiendas (implícitamente) de que ése era un encuentro unidimensional, sin profundidad ni posibilidad de trascendencia. Y sé que yo, también lo he sido para alguien alguna vez.

J. me habló, y después de un discurso mareador y dudosamente endulzado, dejó ver entre líneas que empezará una nueva relación. Supongo que su primer objeto transicional ha aparecido. Yo no supe reaccionar y estuve dándole vueltas en mi cabecita durante un día completo. Lloré, sí, mucho. Sin embargo ahora sé que era inevitable, finalmente mi decisión fue tomada con carácter de irreversible y por consecuencia, no hay lugar para la ambigüedad. Pero el dolor…

martes, 3 de enero de 2012

Corazón ácido de granada para esta agridulce Mandarina









En mi nueva casita, que en realidad es un micro departamento, tengo una especie de terraza cuyas características fueron definitivas para que yo terminara enamorada de ese espacio. Siempre había querido vivir en un lugar con terraza para desayunar por las mañanas al aire libre o leer mientras se esconde el sol bebiendo una copita caderona de vino tinto. Ahora que la tengo, estoy tratando de ponerla muy guapa, con muchas plantitas y toda la cosa, y el otro día, mientras colocaba una malla sombra para darle privacidad, me percaté de la existencia de un hermoso árbol de granadas que pertenece al vecino de la casa de abajo y que por su altura, me llega hasta mí con sus bellos frutos colorados. Sentí tanta emoción que corrí a tomarle una foto con el corazón todo alborotado, el motivo: me pereció un excelente augurio.

Por alguna extraña razón llegó a mis manos un librito cuyo tópico es la abundancia, justamente me acababan de invitar a tomar un taller acerca de dicho tema y yo, indignada, cuestionaba el hecho de que existan colegas dedicados a una labor tan fútil ganando harto dinero. Pues total, después de hojear algunas páginas, recibí un mensaje muy revelador: la abundancia tiene como base el placer, sólo aquellos capaces de gozar, tienen el privilegio de recibir a manos llenas las mieles de la vida. No sólo es cuestión de dinero o de tener para comer, sino de disfrutar todo aquello que se tiene, antes de buscar aquello de lo que se carece. Y yo tan quejumbrosa, culposa y exigente.

Primer propósito formal para este 2012: dejar de quejarme y DIS-FRU-TAR lo que tengo, antes de pelearme conmigo misma por lo que no he podido conseguir hasta este momento.

Ni oveja, ni pecadora: no necesito que me cuiden de mí misma.