lunes, 9 de enero de 2012

Objetos Transicionales II


De acuerdo a la teoría del psicoanalista Donald Winnicott, los bebés pasan por periodos en los que viven sumamente perturbados ante las frecuentes amenazas del mundo exterior. Más aún cuando, por cuestiones circunstanciales e inevitables, tienen que irse desprendiendo de su madre (quien generalmente es la principal fuente de satisfacciones primarias). Es justo en ese momento cuando se ven en la necesidad de recurrir a un "Objeto Transicional" que toma forma de oso de peluche, cobijita, chupón, etc., con el fin de mitigar la ansiedad que emerge ante la separación del objeto que suele brindar amor y protección. Estos objetos, finalmente son fetiches en los que se deposita la sensación de confort y seguridad.

Yo me atrevo a sostener que los adultos también necesitamos, e incluso recurrimos a objetos que cumplen con esa finalidad, sobre todo ante situaciones tan dolorosas y amenazantes como lo es una separación de pareja. También me atrevo a asegurar que hay personas que aparecen en nuestro camino para fungir ese rol: mitigar nuestra ansiedad, paliar el dolor mientras nos fortalecemos y asimilamos nuestra nueva condición y nos preparamos para la siguiente relación significativa. Después se van, sin que su partida represente un duelo de semejante magnitud al que vivíamos cuando llegaron. Así recuerdo con cariño a dos que tres amigos, que en algún momento me repartieron caricias, besos y música, a sabiendas (implícitamente) de que ése era un encuentro unidimensional, sin profundidad ni posibilidad de trascendencia. Y sé que yo, también lo he sido para alguien alguna vez.

J. me habló, y después de un discurso mareador y dudosamente endulzado, dejó ver entre líneas que empezará una nueva relación. Supongo que su primer objeto transicional ha aparecido. Yo no supe reaccionar y estuve dándole vueltas en mi cabecita durante un día completo. Lloré, sí, mucho. Sin embargo ahora sé que era inevitable, finalmente mi decisión fue tomada con carácter de irreversible y por consecuencia, no hay lugar para la ambigüedad. Pero el dolor…

2 comentarios:

el7palabras dijo...

Sí. Unos en forma de oso de peluche, otros en forma de novio o novia, o en forma de botella, de chubi, de tacha.

Si. Ahí están. Nomás que el toque perverso es que con la edad uno cree que no son eso, que son "gustos". Qué manera de hacerle al tonto.

Mandarina Concupiscente dijo...

Es cierto. Puras estrategias para engañar a la ansiedad y evadir el dolor. Me parece un poco radical, pero atinado el adjetivo de "perverso", finalmente los únicos afectados reales somos nosotros mismos.