jueves, 16 de febrero de 2012

El eterno retorno de los juegos perversos.


Hoy recibí una desconcertante solicitud de amistad en el feisbuk. Lo desconcertante radica en que proviene de una persona de mi pasado más remoto y pertenece a un periodo de mi vida que no me gusta recordar. Lo interesante para mí, que me encanta encontrar significados en todas partes, es que haya aparecido justo en este momento, ahora que me encuentro tratando de desenmarañar los nudos que quedan pendientes en mi historia. Ella representa justo aquello que me es difícil enfrentar. Con su inesperada aparición recuerdo mi punto más vulnerable.


Cuando era niña ella era mi mejor amiga, andábamos juntas para todas partes. Nos contábamos secretos, hacíamos travesuras, nos preguntábamos las mismas cosas acerca del misterioso mundo de los adultos, jugábamos todas las tardes, los fines de semana y en las vacaciones. Lo malo era, como en los cuentos infantiles, que tenía una mamá verdaderamente bruja y, esa madre-bruja, me odiaba. Su argumento para odiarme era que yo resultaba una mala influencia para su hija quien, según ella, hacía todo lo que yo quería. Lo gacho de todo esto, es la manera como la señora manifestaba su desagrado hacia mí, pues en repetidas ocasiones mi amiga me dejaba sola con ella para que yo escuchara una sarta de idioteces en mi contra. Yo, honestamente, en esos instantes me bloqueaba a tal grado que casi no recuerdo todo lo que me decía. Sin embargo me acuerdo que mi amiga se iba, me dejaba a solas con su madre y me encerraba en algún cuarto para reclamarme, regañarme o amenazarme. Yo aguantaba hasta el final, hasta que decía: “y no le digas nada de esto a tu mamá”. Verdadera tortura psicológica.


Nunca le dije a mi madre en ese momento, sin embargo decidí alejarme por completo de esa familia. Muchos años después, sé que han preguntado por mí y yo me he escabullido, porque me prometí eliminar por completo de mi vida a toda aquella persona con la que pueda sentirme al menos levemente abusada.


Ahora, como adulta, puedo entender que mi amiga en cuestión, era tan solo una niña, que quizás no advertía la magnitud de la situación en la que me ponía al entregarme a las garras de su desquiciada madre. Imagino que la loca, se valía de alguna estrategia para convencerla y justificarse ante ella. Más nunca encontraré respuesta que sustente el comportamiento abusivo y cobarde de la única adulta involucrada en esta historia y menos ahora, que yo soy una mujer y ya no más la niña vulnerable de entonces.


Lo confieso: he tenido ganas de vengarme (solo de la mujer histérica). De hacerle pasar algunos minutillos de terror psicológico como los que ella me hacía pasar, algo como algunas llamaditas telefónicas, anónimos, jueguitos de esa calaña. Sin embargo, creo tanto en las leyes karmáticas que he preferido dejárselo a la vida, finalmente las personas como ella, suelen cavar solitos su propia tumba.   


En lo que a mí respecta, me quedo con el duro aprendizaje del autocuidado, de no volverme a quedar callada, de defenderme y sobre todo, de desechar de mi vida a toda persona tóxica que pretenda violentarme. Sea o no rencor, no me interesa que ella regrese a mi vida, ni siquiera de manera virtual. No por quién es, finalmente ya ni la conozco, sino por lo que me representa: ese depredador que si bien no se puede aniquilar definitivamente, vale más tenerlo enjaulado.



2 comentarios:

mariana m* dijo...

Y en eso de dejárselo al karma, también en eso pensé hoy. Creo que hay personas que con ser ellas en esta vida, tienen suficiente. Es que son tan horribles. Un beso pues ;-)

Mandarina Concupiscente dijo...

Gracias. Tienes razón, hay quienes con su pura existencia van sembrando y cosechando sus demonios aniquiladores.