Si mi problema es la fijación, lo tengo bien sabido desde mi primer beso. Hay que ir con mucha precaución, cualquier movimiento desaliñado puede destruirlo todo. Como lo dije ayer: ya pagué un precio muy alto por temerle tanto a la soledad, por mitificar el desamor.
Cierra la puerta, me digo. Todavía no es momento de invitar a nadie, ni siquiera de visita ocasional, a éstas alturas, todo puede resultar peligroso. Y más ahora que empiezo a sentirme tan sola, añorando una dulce compañía.
La adherencia, el fuego. Ayer simultáneamente al orgasmo, experimenté compasión: qué agente más vulnerante es el cuerpo del otro cuando proporciona placer. Qué intangible el intercambio cuando sólo el lenguaje queda como evidencia.
Hoy me repito con más fuerza que nunca: dijimos que los muertos no regresan y no volverán.
Foto: E_truska
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