martes, 8 de noviembre de 2011

Mecanismos de poder




La estilista dijo: “tu cabello no está maltratado, está castigado". Entonces sentí una tremenda angustia y pensé en lo cruel que he sido al someter a tan desgastante proceso punitivo y vanal a mi pobrecillo pelaje. Por este motivo tomé la complicada decisión de oscurecer mi color y dejarlo “descansar”, sin embargo, nunca imaginé que fuera tan difícil deshacerme del rubio que me ha caracterizado en los últimos años, así es que cuando me miré al espejo, ya en mi nueva faceta oscurecida, me sentí fatal, como si en un instante hubiera perdido todo, absolutamente toda mi esencia. Y me surgió la duda, ¿de verdad depende del color de mi cabello mi poder? ¿Es eso lo que me hace ser quien soy?, pues ni que fuera Marilyn, a quien definitivamente sería imposible imaginar con otro tono en su cabello, pero ¿yo?
La teoría de la bioenergética, entre tantos de sus postulados, menciona que analizando el mapa corporal de un sujeto, podemos descubrir, a través de sus nalgas, la capacidad que éste tiene de apoderarse de sí mismo y de ejercer su fortaleza para pararse en el mundo y manifestar su poder ante su entorno. Es decir, en el trasero, se refleja, la autoestima, la seguridad y la agresividad para lograr lo planeado. Obviamente esto no significa que alguien desnalgado, por cuestiones genéticas, carece de semejantes atributos, ni a la inversa. El punto es que, independientemente de la veracidad de este enfoque teórico (que no es tan simple), todos tenemos algún rasgo que nos caracteriza y define, pero no solamente hacia afuera, sino principalmente, hacia nosotros mismos, como un eje del que nos agarramos para sentirnos seguros primero ante nuestro juez interno y después hacia el exterior.
Es extraño esto del poder, de sentirse poderoso con algunos recursos de sí mismo. Yo ahora me doy cuenta de que hay otros elementos de mí, que si llego a perder, realmente representarían una merma en mi manera de asumirme en el mundo y, que no tienen ninguna relación con el color de mis cabellos, incluso ni siquiera con mi cuerpo. Por lo que me atrevo a afirmar, que cuento con una buena dotación de “accesorios fenomenológicos”, con los que realmente me llego a sentir contundente al caminar y que, finalmente son los que me resultan más atractivos de una persona. Por ejemplo, para acostarme con un hombre tengo un básico No negociable: que pese más que yo, física y existencialmente, porque si no, siento que me puedo convertir en un globo de helio al momento de llegar a la fase refractaria y es horrible mantenerse al filo de la cama, suplicando que el otro, el ligerito, se largue.
En fin, para finalizar una lista de fenómenos (existenciales y superfluos) que me hacen sentir poderosa:
Leer, hacer sexo oral, ponerme tacones, oler a vainilla, ser mamá, defender mis hipótesis en los interrogatorios, dar masajes, bailar, cocinar, quitarme los zapatos sin pudor, trabajar, sobrevivir en mi contexto laboral, etc.
Al contrario, me siento débil al no saber manejar, no saber nadar, y cuando se me sale la panza.



Foto: Lucie Kout

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