1)
El exceso de pendientes laborales ha logrado que mi cabecita alcance un alto nivel de incertidumbre. Entre realizar informes detalladísimos del congreso al que amablemente me comisionaron (lo cual no me provoca molestia alguna, al contrario) y el ponerme al corriente por mi ausencia en la oficina, he logrado entrar en una sintonía acelerada que me disgusta mucho, sobre todo porque no alcanzo a concluir las miles de cosas que dejé a medias, a pesar de la sensación de que no me he detenido ni un instante.
2)
He tenido miedo y sigo aquí, en el “albergue” después de la incontinencia que provocó mi propio huracán. Por una parte mi economía se encuentra en estado de shock, por otra, el temor a la soledad me detiene y sé, que no hay más que abrirle la puerta para disiparlo, pero heme aquí, paralizada. Además soy catastrofista, ya que voy de bajada hacia la realidad, tengo una capacidad impresionante para imaginar lo peor, como cuando horneo pasteles y me pongo a pensar que la estufa estallará en cualquier instante.
3)
Y hablando de explosiones, necesito un cilindro de gas, será mi nuevo anclaje a la realidad, y es que no quiero tener frío, nadie se merece una hipotermia y mucho menos acabando de empezar.
4)
También quiero un nuevo trabajo. A pesar del agradecimiento que siento por el actual, empiezo a experimentar muchísima aversión al estar tan cerca de la mierda humana, ya no más historias de terror por favor.
Imágenes: rumbo a Ocotlán, Jalisco. Y es que me encantan las flores de baldío, me parecen de un cinismo maravilloso.
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