martes, 11 de octubre de 2011

Proyecto de vida a los treinta y uno.


Hice un largo paréntesis en mi vida y en un mes viví un poco suspendida en la formación de miles sueños. Ahora, una vez que retorné del viaje que acabó por ser el broche de oro con el que cerré mi receso emocional, no sé por dónde empezar. No quiero caer en la autocompasión pero mirando mi nueva casa (que no he habitado aún) y al contemplar su enorme vacío, siento mucho vértigo y quisiera dar marcha atrás. Para colmo una tentadora propuesta me hace ojitos, pero esta implica, retroceder, quizás no al mismo punto, pero sí al lugar que originó este movimiento. Y la verdad es que no quiero, más no sé si me podré mantener con los costos que implica mi proyecto.


¿Será muy descabellado renunciar a todo para buscar un poquito de ligereza existencial? Y es que en los últimos meses el peso de vivir de aquella manera empezaba a ser insoportable ¿qué necesidad tengo yo de seguir en el borde? Ya no, no me sienta bien rozar tres veces por semana la frontera de la cordura, eso envejece bastante. Ahora quiero, necesito, estar más de este lado y sentarme a contemplar la ventana mientras agarro aire para seguir caminando.



Insisto: no quiero caer en la autoconmiseración, pero mi nueva terapia es ir a las mueblerías y construir castillos en el aire, imaginar cómo iré amueblando poco a poco mí casa, mi refugio existencial. Quiero una cama de reina y un sofá para recibir visitas, quiero muchas plantas en la terraza y colocar ahí mismo un comedor con un mantel floripondio para desayunar los domingos cosas dulcísimas, quiero que todos los días huela a café por las mañanas y comprar un puf a mi bebé para ver la tele, ver películas hasta la madrugada, hacer ciclos de cine bonito y compartirlos, tener un silloncito para leer, con una bonita lámpara. Quiero limpiar ese lugar con música de fondo, cocinar tranquilamente sólo cuando me dé la gana, invitar a mis amigas y revivir las hermosas sobremesas a carcajada abierta, dormir en paz, despertar contenta, como antes, como yo ¿de verdad es mucho pedir? No creo.


No hay comentarios: