miércoles, 12 de octubre de 2011

Mi Viaje




Cuando me entregaron el pasaporte para emprender mi anhelado viaje lo confirmé: mi rostro ha endurecido terriblemente en los últimos años, adquirí una especie de mirada oscura y una quijada de señora iracunda fatal, dejé de gustarme en las fotografías.
Lo inesperado fue, que este viaje resultó ser una especie de luna de miel conmigo, mi compañero, gracias a Dios, desapareció la mayor parte del tiempo y yo, con tantísimo tiempo para estar con mi soledad, me volví a enamorar de mí. Sé que suena bastante narcisista, pero he de decir en mi favor que se trata de un narcisismo emergente, porque de lo contrario acabaría pegándome un tiro.
Recorrí una nueva extensión de mi cuerpo, mis piernas se movían con tanta certeza que parecía haber regresado a un lugar altamente conocido, abrí mis ventanas, intercambié mucha luz. Cuanta falta me hacía esto, desde que soy mamá había olvidado qué se siente ser yo sin un hijo y estoy tan agradecida que no me cabe en la piel la excitación de volar. Anduve muy cachonda y hasta me di el lujo de dejar un corazón roto en la ciudad.
Cuánta belleza y cuánta libertad. Espero que no se rompa, que no se vaya nunca.
Imágenes: de Mi Viaje hacia la hermosa Barcelona. Hoy que saqué la pijama de mi maleta, percibí el olor del hotel y me la restregué en la nariz para no olvidarlo nunca.

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