lunes, 28 de noviembre de 2011

La lavadora es mi abuelita.




Este, que está por terminar, ha sido el mes de las pérdidas. En mi lista figuran lastimosamente una serie de objetos de los que sobresale el Ipod, que extravié absurdamente en un viaje fugaz de trabajo, mientras dormía en el autobús en el que me transportaba. Lo más doloroso es, sin duda haber perdido los archivos, tanto fotográficos como de texto, mismos que hacían las veces de paliativo ante mi reciente separación. Para ponerle chile a la yaga, en las fotos se incluían una serie de imágenes que documentaban el desarrollo paulatino de M., desde que era muy bebé, hasta unos días antes de la desaparición del aparato. Y nunca las respaldé ni imprimí.

Por otro lado, la separación llegó al grado tangible y material de la repartición de bienes, en la que me tuve qué despedir de mi comedor, mi estufa, una recámara, la tele, un sillón grande y un centro de entretenimiento. Aunque tuve, en su momento, la oportunidad de llevármelo todo, no lo hice, ¿por qué? No lo sé. Sólo me enfoqué en recuperar aquello realmente importante para mí, por ejemplo mis libros. Y mientras la mudanza pasaba por mis ojos, arrastrando cajas y cajas de libros, recordé que cada que termino una relación, pierdo libros, en la separación anterior, por ejemplo, perdí muchísimos y no quería que me volviera a pasar. Ahora no tengo dónde ponerlos, pero contemplo las cajas apiladas y me da la impresión de que adentro aguardan pacientemente las criaturitas que me han acompañado fielmente en cada mudanza.

Recuperar mi refrigerador fue reconfortante, pues él es como un señor que me hace sentir muy segura. Pero nada se compara con la alegría que me dio reencontrarme con mi lavadora: esa señorona hermosa, que como mujer adulta adquirí con mi primera tarjeta de crédito, la amo; tenerla de nuevo en casa me da la impresión de que tengo a mi abuelita, esa que nunca conocí y que siempre envidié de mis amiguitas en la infancia.

Y, retomando el párrafo inicial, hubo muchas pérdidas intangibles, incluso indescriptibles, que solo empiezan a merodear en mi pecho como punzadas y comienzan a pedir reconocimiento, nombre y apellido. Ya estoy en busca de un espacio para un ritual de esa magnitud.

Sí. Estoy oficialmente deprimida.









Lost Someone by Cat Power on Grooveshark

Fotos: Eugenio Recuenco.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Primera tarea: dejar que muera la madre demasiado buena (y es que esto apenas empieza porque no se acaba hasta que se acaba)



Hace más de seis años que entré a trabajar a mi empleo actual y en aquel momento fui muy feliz, pues estaba completamente enamorada de la institución, sin embargo, a los pocos días me topé con una enorme sorpresa: para sobrevivir tenía que ser muy astuta: la hostilidad estaba a la orden del día, y sin darme cuenta fui sorteando poco a poco una serie de obstáculos que después supe, fueron mis primeras lecciones de habilidades políticas. Después me cambiaron de área, situación que resultó bastante dolorosa, pues el cambio implicó literalmente, un duelo al tener que dejar un proyecto que apenitas acababa de concretar y por el que llevaba luchando varios años (desde estudiante). Esto fue un golpe bajo, una prueba de fuego y mi examen final para subir de grado y más con la dificultad de mi, entonces reciente embarazo, motivo por el que no me atreví a renunciar en ese instante.

Mi primer día en la nueva área laboral fue terrible, un recibimiento antagónico y miles de piedritas se fueron atravesando en mi camino, además las nuevas responsabilidades eran enormes. Tiros y jalones con la titular del área, quien prejuiciada, trataba de meterme zancadilla en la primera oportunidad que tenía, encuentros verdaderamente salvajes con abogadetes mierderos, tensiones en entrevistas con presos, se fueron convirtiendo en parte cotidiana de mi trabajo. Sin embargo lo peor era la naturaleza misma de éste: escuchar historias de terror, lidiar con la oscuridad de la naturaleza humana, estar muy cerquita del dolor y aún así, mantenerse firme en la línea de la objetividad. Pero por otro lado, empecé a crecer enormidades intelectualmente hablando y las satisfacciones llegaron a ser indescriptibles cuando comencé a defender mis hipótesis y a coadyuvar con mi granito de arena al fortalecimiento del concepto tan devaluado de justicia. Ahora lo entiendo: fue mi segundo nivel de lecciones, pero esta vez para desarrollar habilidades bélicas.

Y lo confieso: ya no me jacto de mantenerme ilesa, le entré a la guerra y no hay retorno.

Pero aún con todo este historial, jamás pensé que tuviera que recurrir a las mismas estrategias para sobrevivir en mi vida personal, no lo aceptaba, mi formación humanista y “pacha mama”, me hacían anteponer el amor, la amabilidad y el diálogo para resolver los conflictos. Siempre, siempre he apelado al lenguaje y al desarrollo (que le implicó a la humanidad millones de años de evolución) de la corteza pre frontal para establecer acuerdos, compromisos o, en el peor de los casos, retirarse antes de lastimar. Esto no funciona más, no ahora. Qué triste.

Clarissa Pinkola Estés, en el análisis que hace del cuentito ruso “Vasalisa la sabia”, menciona que existe un momento en la vida de toda mujer, en el que tiene qué pasar por todo un proceso de iniciación existencial, para poder convertirse en una fémina autosuficiente, defensiva e intuitiva. Dicho proceso está compuesto por diversas etapas (tareas), la primera y que me resultó más significativa consta de lo siguiente:

“Dejar que muera la madre demasiado buena”

Su hipótesis afirma que cuando una mujer carga psíquicamente con la imagen de una madre “demasiado buena”, ésta no se encuentra lista para enfrentar las hostilidades de un mundo que, desgraciadamente no es para nada maternal, sino al contrario, agresivo y oscuro, como un bosque frío, solitario y nocturno. Y para poder adquirir las herramientas necesarias para sobrevivir, es necesario que se deshaga de esa madre interior protectora, cariñosa y nutricia. Por lo que tiene qué dar paso al arquetipo de la madrastra, ésa que no es maternal, que es perversa, abusiva e incluso, asesina, para que ésta se convierta en la representante de las hostilidades del mundo real:

“Aceptar que la solícita madre psíquica perennemente vigilante y protectora no es adecuada como guía central de la propia vida instintiva futura (muere la madre demasiado buena). Emprender las tareas de actuar con autonomía y desarrollar la propia conciencia del peligro, la intriga y la política. Ponerse en guardia por sí misma y para sí misma. Dejar morir lo que tenga qué morir”.

“En su fuero interno la mujer sabe que el hecho de ser demasiado dulce durante demasiado tiempo equivale a estar un poco muerta. Por consiguiente, el primer paso consiste en desprendernos del resplandeciente arquetipo de la siempre dulce y demasiado buena madre de la psique. Así pues, dejamos la teta y aprendemos a cazar”

Yo no lo había querido aceptar, juro que pensaba que las cosas, en ciertos espacios de nuestra vida, se logran superar desde la comprensión, pero ahora me queda clarísimo que comprender no implica perdonar, mucho menos soportar, y no sólo no me he desprendido de la madre demasiado bondadosa si no que peor aún, he estado siendo una madre demasiado buena para algunos adultos que viven colgados de mis chichis.

Sólo por hoy di mi primera patada y planeo muchas más, ya no tengo nada qué perder y ahora agradezco infinitamente a las madrastras y hermanastras simbólicas, que han ido apareciendo en mi camino y que me han enseñado a putazos, que la vida no es color de rosa, que es inevitable aprender a sacar los colmillos, las uñas y pelear.

Foto: Eugenio Recuenco






domingo, 13 de noviembre de 2011

Revelación animal



Tuve una pesadilla: estaba intentando excitarte y me acercaba a ti, sacaba tu pene para introducirlo en mi boca, pero éste cortaba, era punzo cortante como un hueso de animal, y cada vez que trataba de meterlo entre mis labios, me lasceraba. Yo, incauta, buscaba otro tipo de estrategias para seducirte mientras burlesco, te reías. De repente, de reojo la veía pasar a ella, la bruja que vivía en la habitación del fondo, la que hacía llorar a M. todas las madrugadas y, como una revelación fugaz, lo supe: es momento de pelear por lo que me pertenece, antes de que sea demasiado tarde.


Fotos: Lucie Kout

viernes, 11 de noviembre de 2011

Hipotermia

Hoy sentí más frío que ningún otro día del año. La verdad es que desde que comenzaron a descender las temperaturas, he padecido muchos fríos nocturnos y no me gusta.

En la mañana le pedí a la vida tres nuevas oportunidades: una financiera, otra de tipo laboral y una más afectiva, aunque es demasiado pronto y, aun no salgo de la sala de rehabilitación, considero que pasé a un nivel de recuperación de estancia breve, ya no prolongada. Aunque quizás esto solo es un imaginario esperanzador, o una trampa por la misma hipotermia, que a veces resulta traicionera.

En fin, pronto, muy pronto…







martes, 8 de noviembre de 2011

Mecanismos de poder




La estilista dijo: “tu cabello no está maltratado, está castigado". Entonces sentí una tremenda angustia y pensé en lo cruel que he sido al someter a tan desgastante proceso punitivo y vanal a mi pobrecillo pelaje. Por este motivo tomé la complicada decisión de oscurecer mi color y dejarlo “descansar”, sin embargo, nunca imaginé que fuera tan difícil deshacerme del rubio que me ha caracterizado en los últimos años, así es que cuando me miré al espejo, ya en mi nueva faceta oscurecida, me sentí fatal, como si en un instante hubiera perdido todo, absolutamente toda mi esencia. Y me surgió la duda, ¿de verdad depende del color de mi cabello mi poder? ¿Es eso lo que me hace ser quien soy?, pues ni que fuera Marilyn, a quien definitivamente sería imposible imaginar con otro tono en su cabello, pero ¿yo?
La teoría de la bioenergética, entre tantos de sus postulados, menciona que analizando el mapa corporal de un sujeto, podemos descubrir, a través de sus nalgas, la capacidad que éste tiene de apoderarse de sí mismo y de ejercer su fortaleza para pararse en el mundo y manifestar su poder ante su entorno. Es decir, en el trasero, se refleja, la autoestima, la seguridad y la agresividad para lograr lo planeado. Obviamente esto no significa que alguien desnalgado, por cuestiones genéticas, carece de semejantes atributos, ni a la inversa. El punto es que, independientemente de la veracidad de este enfoque teórico (que no es tan simple), todos tenemos algún rasgo que nos caracteriza y define, pero no solamente hacia afuera, sino principalmente, hacia nosotros mismos, como un eje del que nos agarramos para sentirnos seguros primero ante nuestro juez interno y después hacia el exterior.
Es extraño esto del poder, de sentirse poderoso con algunos recursos de sí mismo. Yo ahora me doy cuenta de que hay otros elementos de mí, que si llego a perder, realmente representarían una merma en mi manera de asumirme en el mundo y, que no tienen ninguna relación con el color de mis cabellos, incluso ni siquiera con mi cuerpo. Por lo que me atrevo a afirmar, que cuento con una buena dotación de “accesorios fenomenológicos”, con los que realmente me llego a sentir contundente al caminar y que, finalmente son los que me resultan más atractivos de una persona. Por ejemplo, para acostarme con un hombre tengo un básico No negociable: que pese más que yo, física y existencialmente, porque si no, siento que me puedo convertir en un globo de helio al momento de llegar a la fase refractaria y es horrible mantenerse al filo de la cama, suplicando que el otro, el ligerito, se largue.
En fin, para finalizar una lista de fenómenos (existenciales y superfluos) que me hacen sentir poderosa:
Leer, hacer sexo oral, ponerme tacones, oler a vainilla, ser mamá, defender mis hipótesis en los interrogatorios, dar masajes, bailar, cocinar, quitarme los zapatos sin pudor, trabajar, sobrevivir en mi contexto laboral, etc.
Al contrario, me siento débil al no saber manejar, no saber nadar, y cuando se me sale la panza.



Foto: Lucie Kout

Un aire cargado de adioses


Muy a mi pesar cambié de tinte, también el vestido de este lugar. Por si fuera poco, hoy iniciaré la limpieza de mi nuevo hogar. Creo que el otoño me está pegando con todo, me gusta mucho esto de los desprendimientos que se respiran en el viento.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Colchón


Hoy me entregaron mi colchón nuevo, lo compré muy grande porque insisto, quiero dormir como reina. También compré utensilios del tipo quihaceroso y mañana comenzaré la limpieza. Tengo muchas ganas de una recámara, me encantaría una como esta:




¿Existirá?

domingo, 6 de noviembre de 2011

Brújula Visceral.


Cada vez que busco un indicio, por pura fe, por otorgar el beneficio de la duda, reafirmo mi certeza visceral de estar de este lado y creo, cada vez con más firmeza, que no regresaré. No sé en qué pueda terminar esta historia, la voy escribiendo con los pies a pasos medios torpes, pero sobrios como nunca. El temor de estarme equivocando aparece todos los días como una sombra y sin embargo, nada me puede detener, quiero seguir, seguir. La única brújula es mi corazón.