lunes, 30 de abril de 2012

Inyección ardorosa de vida...




Hoy me batearon como en la secu, como una vil puberta. Me eché un volado y lo perdí. Dolió un poquito, como una inyección ardorosa, que sin embargo pasa poco a poco del entumecimiento al olvido muscular total.

En fin, con esto me doy la bienvenida a la vida otra vez.

viernes, 27 de abril de 2012

Mi cómplice.


Encontré unas fotos de Thomás (el gato). Desde ese día he estado muy triste. Nadie como él conoce la historia. Fue mi testigo frágil, mi cómplice mudo.

Thomás se fue, huyó antes que yo como doloroso presagio. Recordé aquellas noches en las que encerrados en la habitación intentábamos dormir, tensos, desvelados por el asecho amenazante tras la puerta.

Jamás quiero volver a vivir algo así. Nadie lo merece, no hay ganancia que lo sustente, ni amor real que lo amerite. Jamás.

lunes, 16 de abril de 2012

Mandarina enjaulada.

Últimamente es prácticamente imposible tener tiempo para mí. Hay días en los que hasta para ir al baño tengo que ingeniar una estrategia para que mi bebé no se ponga en riesgo mientras yo estoy satisfaciendo necesidades biológicas. Casi no tengo chance para leer y cuando Marcos se duerme, yo termino tan cansada, que apenas con las tres primeras líneas de un párrafo, quedo completamente dormida. Llegan los fines de semana y la neta me da igual, para mí es la misma chinga agotadora. Si tuviera mucho dinero, juro que pagaría por una buena niñera que me hiciera el paro por lo menos una vez a la quincena para poder salir, ir al cine, enfiestarme o simplemente tomarme un café gozando de una buena lectura o charla. Pero no lo tengo y no es tan fácil como pudiera parecer. A veces, me siento como animal enjaulado. Así es que ni pensar en un novio ¿a qué horas?, no podría y eso me pone triste, me frustra, todo en general, no solo lo del novio.



Hace algunos días me enviaron a un municipio de estas tierras jaliscienses, cuyo territorio cuenta con una bonita playa, y yo, que aprovecho para alargar un poquito la misión laboral y quedarme un día más, la verdad fue maravilloso. Sin embargo no pude evitar cargar con la culpa de la mentirilla que dije a mi madre para que cuidara a mi bebé en mi ausencia. Por otro lado, sé que si hubiera dicho la verdad, no me habría apoyado, ni ella, ni nadie.

Sí. Es solo cuestión de tiempo y paciencia, pero qué pinche difícil es.







Foto: de una tarde de hedonismo total, quizás la primera desde hace más de dos años. Cuánta risa, cuánto placer.

domingo, 8 de abril de 2012

"Detector de mentiras"

Hace sies años (por lineamientos de la institución en la que laboro) me sometieron a un proceso de interrogatorio de tal magnitud, que llegó a ser una especie de tortura psicológica. Lo más cabrón de ese proceso, es que me topé con una serie de juicios que solamente yo hice respecto a mi historia. Al final, después de seis horas exesivamente desgastantes, el verdugo concluyó con lo siguiente: "es una lástima que una mujer con tanta capacidad se meta zancadilla al juzgarse tanto a sí misma". Cerró su folder y me despidió amablemente. No pasé el examen.

Independientemente de los cuestionamientos que se le puedan hacer a cierto tipo de herramientas administrativas, con las que se ejerce presión, y muy aparte de la dudosa naturaleza de ciertos instrumentos, la cuchara solo saca lo que tiene la olla. En mi caso, quedó clarísimo que soy mi peor enemiga, mi juez más severo, que me someto a más de un castigo por el mismo error, al grado de sabotearme ante la libertad y el placer. Estaría chido, muy chido, ser más amable conmigo.

Mañana volveré a repetir esa prueba, de ella depende un ascenso que prácticamente tengo en mis manos. Ya pasé todas las otras evaluaciones, competí contra compañeros sumamante capaces, ahora solo falta ese paso para declararme vencedora contundente. Solo deseo y espero no volverme a traicionar.

martes, 3 de abril de 2012

Regresando a casa

"No empujes el río", fue la frase clave para sobrevivir a mi proceso de entrenamiento para convertirme en una psicoterapeuta de alto rendimiento. Ahora, que me desespero tanto ante los ritmos de la vida, me la vuelvo a repetir para confiar. Hay cosas que no se pueden forzar por más que una quiera, pero qué difícil es asumirlo con desapego. Suelta, suelta Mandarina, ahí voy caminando.




Andando también, voy de regreso a casa, cada día me acerco más a ella y la sensación es deliciosa, me gusta muchísimo. La extrañaba tanto que ni yo misma me había dado cuenta, empiezo a ser yo otra vez aunque todavía me falte un tramo para llegar.